Agosto tiene piel de ciruela

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

BENITO ORDOÑEZ

01 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Comienza agosto. Y yo creo que tiene piel de ciruela, suave, amarilla o granate. Paseo por agosto pisando la dudosa luz del día, que era un título del maestro Camilo José Cela, al que seguimos leyendo con devoción y deslumbramiento. Es lo que tienen los clásicos, que cada vez que los lees resultan más pródigos y fértiles. Las relecturas aumentan su grandeza. Sucede exactamente lo contrario que con las modas del presente, siempre pasajeras. Son pocas las que resisten una segunda lectura. 

Yo he llegado a una edad en la que me recrean más las relecturas que las primeras lecturas. Acudo a ellas ya sin curiosidad. Ya un poco cansado. Me sucede algo similar con la política. Y más en agosto. Decido dar un paso atrás y mirarla como un espectador somnoliento. Creo que la política no tiene remedio. Que da igual una cosa o su contraria.

La semana pasada conocimos que el Supremo sentenciaba a dos expresidentes del PSOE, a dos expresidentes de la Junta de Andalucía, por el mayor caso de corrupción dineraria de la historia de España: 680 millones de euros. Contemplé con estupor cómo la portavoz socialista defendía la «integridad» (esa es la palabra empleada) de los condenados al mismo tiempo que zahería al PP por ser el primer partido condenado por financiación ilegal (otra mentira: fue el PSOE con Filesa el que ostenta tal categoría). Y así todo. Por lo tanto, cansado de gritar en el desierto, me recreo en las esponjosas hortensias y en el color de este agosto. En Galicia es siempre profundo. Agosto rima con nosotros. Y es verdad. Más verdad que los sofismas a los que los políticos nos tienen acostumbrados.

En ocasiones me gustaría ser capaz de desconectar completamente. Es imposible. Y también quisiera aburrirme, un verbo del que desconozco su verdadero significado. Pasear las playas del fin de la tierra, este Oeste con arena fina en los zapatos. Caminar a ninguna parte. Pensar que no debo pensar. Y concluir, con agosto acariciándonos, que para ser feliz es preciso no pensar demasiado.

Y dicho lo anterior, hago un ruego en voz alta. Acérquense a la verdad. Ustedes y los que tienen el privilegio de gobernar al resto. Solo la verdad nos hará libres. Es una sentencia del evangelio de San Juan. Indiscutible e intensa. Porque solo la verdad defiende los actos de buena voluntad, o sea, la bondad.

Hoy me ha dado por ahí. Por levantarme en asonada contra los malos aires y los aires malos. Estar de parte de la generosidad. Creer que al otro lado de este artículo, donde cientos de ojos e intelectos anónimos nos contemplan, habita también un agosto con piel suave, amarilla y grana. Es estío. Arranca, como todos los agostos, lleno de esperanza y anhelo de serenidad. Yo les dejo mi deseo: la verdad ganará la batalla a la mentira, a las mentiras. No me hablen de «integridad» en este agosto. Lo único íntegro son las ciruelas.