La muerte y ese machismo «normal»

Alejandra Fernández González LETRADA ESPECIALISTA EN VIOLENCIA MACHISTA Y MIEMBRO DE FG ABOGADOS OURENSE

OPINIÓN

Cabalar | EFE

01 jun 2022 . Actualizado a las 15:13 h.

Todos nos echamos las manos a la cabeza y se nos encoge el corazón cuando leemos en la prensa o vemos en los distintos medios de comunicación noticias de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. Sin embargo, no nos inmutamos cuando, día a día, vemos comportamientos machistas o actitudes que de alguna manera «todos sabemos cómo van a terminar».

Cuando esto sucede, normalmente se reclaman más medios, más implicación de todos, pero especialmente de los operadores jurídicos, lo cual es necesario; pero no solo se trata de eso, sino de una implicación como sociedad en su conjunto y en contra de la violencia machista.

El que ejerce la violencia machista no se comporta como violento de repente, ni por un hecho aislado, tiene una evolución, tanto desde el punto de vista de la víctima como del agresor. Ahí es donde, como colectivo, debemos centrarnos.

Normalmente, cuando surge la violencia es cuando actuamos los profesionales jurídicos, pero entiendo que aquí ya hemos llegado tarde o a destiempo, porque ya se ha desatado el hecho grave.

Vivimos con demasiada permisividad la violencia machista que no tiene una implicación física. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esta es el último eslabón de la cadena violenta. Porque a todos nos tiene que quedar claro que el hombre que ejerce la violencia física previamente ha ejercido la psíquica en sus diversas formas, sin que haya sido llevado a la justicia por ello. Y no es, como se suele decir, que la justicia no haga nada, que en la mayoría de los casos sí lo hace, sino que ni siquiera ha sido denunciado o llevado ante el magistrado. Me atrevería a decir, incluso, que en numerosas ocasiones ni la propia víctima lo detecta.

Como sociedad tenemos tan arraigado que ciertos comportamientos, actitudes, dichos o hechos no son constitutivos de nada —ni tan siquiera de mal gusto— que cuando ocurren no reparamos en ellos. No debemos vivir en una constante alarma, pero sí prestando atención a las actitudes machistas del día a día.

Recibimos educación para todo, desde educación vial hasta protección contra delitos informáticos, pero no recibimos educación emocional. No se trata la convivencia de género porque, al fin y al cabo, la violencia machista se ejerce por quien cree que tiene el control sobre las emociones del otro, considerando que ese control es correcto y sano, y desde ahí se pasa al control físico y posteriormente al golpe y en muchos casos a la muerte.

En la violencia machista no existen solo dos partes implicadas. No. Todos estamos implicados en no permitirla y en educar en su contra, porque ni para unos ni otros sale rentable la situación.

Actualmente existen medios, no digo que suficientes, pero sí bastantes, para combatir la violencia machista, especialmente con las últimas reformas y con la implicación de todos aquellos en cuyas manos está el aplicar la ley en sus distintos ámbitos. ¿Qué nos falta entonces? Educación emocional y en convivencia en igualdad. En definitiva, esa educación que enseña que ser machista no puede ser considerado normal.