La codicia alimenta la guerra

Claudia Luna Palencia
claudia luna palencia POR LA ESPIRAL

OPINIÓN

CARLOS BARRIA | REUTERS

30 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El mundo se lo terminan siempre repartiendo entre sí los poderosos, los más débiles hacen lo que pueden en la medida de sus posibilidades para resistir y defenderse. La historia está llena de arbitrariedades y mucha violencia. 

Detrás de cada Estado que ha nacido, cada país, cada nación forjada hay mucho dolor y muerte y el futuro tampoco se ve exento de tanto sufrimiento porque las fronteras cambian… cambian con el tiempo, sufren una metamorfosis dependiendo de los intereses del país con mayor poder en esa confluencia limítrofe.

Basta con otear los mapamundis del pasado reciente y del pasado antiguo para darse cuenta de que la humanidad no ha dejado de provocar transformaciones, delatadas inclusive por el propio peso de la geografía territorial.

Y sucumben los débiles. Hace unos días revisaba algunos pasajes históricos acerca de la repartición de territorios, y no me refiero ni a Corea, ni a lo sucedido con México o Vietnam, ni en su momento con Alemania; lo hago pensando en los Acuerdos de Múnich del 30 de septiembre de 1938.

Hitler, que estaba tomando el pulso al resto de los europeos para ver hasta dónde podía llegar en sus ambiciones, reclamó para Alemania el territorio de los Sudetes que pertenecían a Checoslovaquia, esgrimiendo que la mayoría de la población era germana. Los checos mantenían un despliegue militar en la frontera con Alemania porque pensaban que, en cualquier momento, habría una guerra por dicha franja de su territorio.

A Hitler le bastó mediar, a través de Hermann Göring, para que el entonces primer ministro británico, Arthur Neville Chamberlain, y su contraparte, Edouard Daladier en Francia, aprobasen que Alemania podía anexionarse los Sudetes. Así de simple, quedarse con él con la venia de Francia, del Reino Unido, la complicidad de Italia, y, es más, ninguna autoridad checa fue invitada a la reunión.

Chamberlain, con su tibieza, creía que era una forma de evitar la guerra, aunque en realidad lo que hizo fue empoderar a Hitler y darle alas para que invadiese a Europa como la gangrena.

Del pasado inmediato al presente. El actual momento que estamos viviendo en la aldea global es sumamente delicado y no puedo dejar de verlo como parte de un todo: con una guerra biológica en acción y también con una guerra híbrida; con amenazas cibernéticas todos los días en complejos vitales; una guerra en la que se busca hundir la arquitectura financiera, comercial, política y multilateral construida por Occidente tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Hay una guerra oculta para destruir el dólar y el sistema monetario internacional porque eso significa hundir a Occidente, debilitarlo para poder apropiarse de todos los Sudetes que sean necesarios.