¿Y si no hay médicos de familia, qué?

Rosendo Bugarín MÉDICO DE FAMILIA

OPINIÓN

25 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque esta situación crítica no es nueva y llevamos años con esta deriva, lo cierto es que las últimas noticias que nos llegan son muy preocupantes: uno de cada cinco médicos de familia tiene 65 años o más; en los próximos años se van a jubilar más médicos de cabecera que los que se forman (incluso suponiendo, en el mejor de los casos, que todos los que obtengan la especialidad se queden y no se vayan a otros países); no se cubren todas las plazas de MIR de medicina familiar… En definitiva, los médicos de atención primaria, con los datos actuales, somos una especie en peligro de extinción.

¿Y qué pasa si no hay médicos de familia? La Atención Primaria representa el primer nivel de contacto de los individuos, las familias y la comunidad con el sistema sanitario y lleva, lo más cerca posible, la atención de salud al lugar en el que residen las personas. Un sistema sanitario orientado hacia la atención primaria hace que su población tenga una mejor salud. Por otra parte, existen pruebas de que un primer nivel asistencial potente obtiene como resultados una medicina más asequible, sostenible, justa, equitativa, así como socialmente sensible y plural; también hay evidencias científicas de que tener durante mucho tiempo un mismo médico de familia se traduce en unas tasas de mortalidad significativamente más bajas. Cuando un paciente visita a un médico con el que tiene confianza, habla más libremente y le proporciona información mucho más relevante, en ocasiones muy íntima, que le permite al profesional adaptar mejor sus recomendaciones.

Sin médicos de familia sería imposible la continuidad asistencial, los cuidados serían fragmentados, sin coordinación, con todo lo que ello implica. La verdadera relación entre un médico y su paciente es la que acontece en nuestro nivel asistencial ya que no se trata de una conexión esporádica, episódica, limitada en el tiempo —como ocurre con las otras especialidades—, sino que constituye un vínculo, una interacción, desde el nacimiento hasta el final de la vida.

La propia denominación de nuestro ámbito de trabajo es muy sugestiva. En clave etimológica, proviene del latín primarius, que significa «el que está en primera línea». Parafraseando a la escritora Irene Vallejo, somos la vanguardia del cuidado, el dique que evita el desbordamiento, una puerta que se abre siempre en los momentos de zozobra y desasosiego, una red de afecto, seguridad y confianza. Si esta puerta, que es el vínculo estable con el paciente, se deteriora, se menoscaban también todas las esperanzas puestas en ella.

¡Luchemos por una medicina de familia sólida y robusta!