¿Y ahora sin máscara?

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Santi M. Amil

20 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los ourensanos podríamos explicar al mundo los sorprendentes efectos que las máscaras surten en la personalidad de un ser humano medio. Nuestra sustentada y pertinaz relación con el Entroido nos ha permitido saber que con la cara cubierta suceden inexplicados cambios químicos que alteran el comportamiento de una manera asombrosa. Por las calles de Oregón se han visto convincentes caperucitas que el resto del año ejercían de desganados bancachuflos; insondables existencialistas francesas que exploraban el sentido de la vida durante horas y que, enterrada la sardina, retomaban una vida de frivolidad y seriales colombianos; cabales y grises jefes de cuentas de prósperas asesorías de provincias que el martes de Carnaval recorrían a rúa do Paxaro subidos a vertiginosos tacones de aguja, falda lápiz y los morros perfilados en petróleo rojo resistente a un contenedor de gin-tonics.

No es extraño, pues, que dos años después de habernos cubierto la cara haya resistencias al decreto que impone la vuelta a la desnudez, y que ese inminente desabrigo tenga inquieta a la adolescencia, que había encontrado en las mascarillas una alianza contra el carrusel de inseguridades que se activa con la pubertad. Nos tapamos la cara por una emergencia sanitaria, pero dos años después de esa cortina obligatoria muchos se han vuelto más miedosos o más pudorosos. Lo que empezó siendo un aliado para salvar la vida física se ha convertido en un socio emocional para quienes prefieren mantener las sensaciones enmascaradas y disimular bostezos de hastío, sonrisas de amor, distinguidos soliloquios o muecas de indiferencia. Aparecerán muchos casos del síndrome del morro free. Los de Ourense ya sabíamos que nada es igual con la máscara puesta.