Las notas no lo dicen todo, pero motivan

Adrianey Arana MAESTRO DE PRIMARIA Y SECUNDARIA EN EL COLEGIO PEÑARREDONDA DE A CORUÑA

OPINIÓN

10 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A los 6 años saltó 1,67 metros; luego 4 y en secundaria 5. Con 22 años ha batido el récord mundial de salto con pértiga, con 6,20. Cada centímetro le ha servido a Duplantis para superarse y motivarse. No se ha calificado su capacidad atlética, sino lo que salta con un palo. Una referencia. 

La reforma educativa elimina las notas numéricas de la ESO a cambio de términos genéricos. ¿Es positivo para los alumnos? La cuestión es aprender y superarse, no aprobar. No se trata de que salten un listón independientemente de dónde se lo pongan, sino de aprender a saltar. Y para eso son necesarias las medidas o referencias.

Las notas no lo miden todo, es cierto, y es su limitación. Pero son una motivación cierta en los niveles altos. A un alumno le encanta subir de un 8 a un 9. Y le chifla sacar un 10 o ir a por el 10 sabiendo que está cerca. Pero no le motiva subir del 0 al 1, ni del 3 al 4, porque eso es estar fuera del sistema: suspenso.

De ahí que en un país escolar por excelencia como el Reino Unido solo se han reducido las cinco notas suspensas, que han pasado a ser dos (E y F). Y son letras que se corresponden con números. Las notas numéricas con buenos criterios de calificación sí son una referencia, una medida. No lo dicen todo, pero motivan para superarse en los buenos rendimientos.

A nadie se le ocurriría eliminar el velocímetro de los coches o el nivel del depósito de gasolina. Al contrario, el ordenador de a bordo cada vez mide y calcula más factores. Pero todos sabemos que tener el depósito más lleno que otro no significa tener mejor coche ni llegar al destino antes que el resto. Solo mide el combustible o la velocidad. Y punto.

Eso lo saben todos, alumnos, profesores y padres. Quizá no quienes son admitidos en algunas universidades por una media numérica o les contratan por su currículo académico. Pero sí lo saben, que por eso ahora se valoran más las entrevistas, experiencias y proyectos.

Tampoco generan necesariamente competitividad malsana. La gente competitiva normalmente se ha criado en ambientes extraescolares y, además, no le ha ido mal. Nuestro Rafa Nadal abandonó 4º de ESO, Penélope Cruz se dedicó al ballet y Amancio Ortega no estudió una carrera. La inteligencia artificial le daba a Nadal solo un 4 % de probabilidades de ganar tras perder los dos primeros sets en la final del Open de Australia. Es decir, tenía un suspenso. Pero el esfuerzo suma. Competir contra uno mismo no es malo, ni dentro ni fuera del aula.

El problema es qué hacer con los de 0 a 4. No les va a motivar un no logrado o un en proceso de logro, como cuando no va la wifi. Los suspensos no animan. Indican que el depósito de gasolina está casi vacío… pero alguien debería explicarle a ese alumno que posee el mejor coche, las ruedas más veloces y una aerodinámica como la de Rafa o Pe… que puede. Eso es personalizar, tutoría.

A Napoleón no le fue muy bien en el cole, pero un profe que ponía comentarios en vez de notas escribió: «Este muchacho está hecho de granito y, además, tiene un volcán en su interior». Mejor calificado imposible.