Traición al Sáhara

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Mariscal | Efe

03 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La política española en relación al Sáhara siempre ha sido la de un equilibrista en la cuerda floja. Apoyamos moralmente a los saharauis, mientras capeamos los diversos chantajes de Rabat sin que parezca que cedemos demasiado. Pero Marruecos está muy lejos de ser un socio leal y fiable de España; por el contrario, siempre ha demostrado ser un hábil extorsionador disfrazado de amigo. El país magrebí nunca ha aceptado la españolidad de Ceuta y Melilla, enclaves que considera un vestigio doloroso de su pasado como colonia, mientras ambiciona hacerse con las islas Canarias, más próximas a su costa que a la de la Península. Obviamente, es consciente de que un enfrentamiento directo sería un suicidio, así que ha optado por la táctica del desgaste paciente y constante, mediante la manipulación de la inmigración ilegal, el control del terrorismo islamista y el tráfico de hachís.

Así, de manera regular, Rabat consiente las oleadas de inmigrantes hacia el Estrecho, Canarias o Ceuta y Melilla para que las imágenes de estas personas intentando llegar a territorio europeo remuevan nuestras conciencias. ¿Y cómo no? Sabe que el coste político de la expulsión en caliente de estas personas es un precio que ningún gobierno está dispuesto a pagar, así que lo utiliza como moneda de cambio.

Este patrón se vio alterado no solo por el covid, sino por la torpe gestión de la acogida del líder saharaui Brahim Ghali, que supuso la retirada de la embajada marroquí en mayo de 2021 y el cese de nuestra ministra de Exteriores. Desde entonces, el Gobierno de Sánchez ha intentado restañar las heridas sin gran resultado, hasta el anuncio de que España vería con buenos ojos que el Sáhara se convirtiera en una provincia de Marruecos.

Ni dos días ha tardado en regresar la embajadora marroquí. Seguro que se ha cruzado en el aeropuerto con su homólogo argelino. No sabemos sí existe una agenda oculta, pero lo cierto es que la declaración de Sánchez ha logrado dos cosas y ninguna buena: primero, traicionar a los saharauis, y segundo, airar a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural, en un momento en el que las sanciones a Rusia han puesto su precio por las nubes. Buena jugada.