Se está desarrollando a todo meter el metaverso, ese entorno digital en el que se puede hacer casi lo mismo que en el mundo de verdad, sin salir de casa ni del país, sin arriesgar huelgas de transporte ni mancharse las manos. Ahora que ya están ahí los bancos, las universidades y los conciertos de cualquier música, deberíamos confinar también las guerras a ese cosmos ficticio y esterilizado. Por supuesto, al principio tendría que tratarse de una experiencia híbrida, como la que ofrecen los restaurantes: compras en el mundo virtual y alguien de carne y hueso te lleva una pizza analógica a casa.
La guerra híbrida, en este caso, se libraría como un videojuego, pero contando solo con las tropas y las armas de las que disponga cada país en la realidad. Terminada la guerra, presumiblemente en pocos días, cada parte debería entregar o destruir en el mundo real lo que se haya perdido o destruido en el mundo virtual. Salvo las vidas humanas. Pero, claro, no puede ser. Por muchas razones. La definitiva la leí ayer en el periódico.
Atribuían a Biden una frase que me pareció reveladora y en la que coincide, de otra manera, con Putin: «Hay que aumentar el dolor», aconsejaba a los europeos para que apretasen todavía más las clavijas de las sanciones a Rusia. Quizá nos hemos vuelto tan inhumanos que no nos damos cuenta de lo que decimos. No se plantearán una guerra en el metaverso porque usan el dolor de la gente y nuestro miedo a morir. O acaso les importa tan poco que ya ahora nos miran como desde un mundo paralelo. En el metaverso, como en ciertas cabezas, siempre faltarán varias dimensiones. Una de ellas es el dolor de los demás. Por eso quieren aumentarlo en la vida real.
@pacosanchez