Sangre, sudor y lágrimas

OPINIÓN

ALEXANDER ERMOCHENKO | Reuters

11 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin duda, prestar ayuda humanitaria y militar a los ucranianos es una prioridad. Lo es por muchas razones, desde las puramente estratégicas hasta las más nobles y éticas, pasando por las emocionales. Pero, por favor, no olvidemos a los que antes necesitaban de nosotros en diversas partes del mundo porque siguen necesitando de nosotros. Con una diferencia sustancial: ayudarlos ahora se torna mucho más difícil, porque no están en el foco de la actualidad, porque en muchos casos son situaciones enquistadas que vienen de lejos y en cierto modo ya aburren, y, también, porque el coste económico de esa ayuda se ha visto notablemente incrementado con la guerra en Ucrania.

Estoy pensando en Haití, en Sudán del Sur, en la República Centroafricana. También pienso en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados del Hogar Santovenia en La Habana: sangre no, pero estas once monjas están vertiendo mucho sudor y muchas lágrimas para poder atender a los 600 ancianos a su cargo, ni leche en polvo tienen en estos momentos y les están dando «té inventado» y «arroz cocido como atole». Justo estaba preparando el envío de un nuevo contenedor —el séptimo— con alimentos y productos de higiene para ayudar a estas estupendas monjas, tenía los números cuadrados y en una semana se me han descuadrado por completo, los fletes han pasado de 4.326 euros a 8.000: a ver si con la ayuda de san José el contenedor puede enviarse.