El «personaje» Torroja

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

Ángel Manso

17 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha calificado de «humillación» la expedición a Ana Torroja del marquesado otorgado a su abuelo paterno a título póstumo en 1961 y que la ex cantante de Mecano hereda de su padre, fallecido en julio pasado. «Sin entrar en las cualidades del personaje —dice la entidad en referencia a Eduardo Torroja Miret—, se trata de que el Gobierno, en el año 2022, ha ejecutado una decisión que tomó el dictador Francisco Franco».

Esto es muy típico de cierta izquierda progresista de este país: que en el 2022, a menos de tres lustros de conmemorar ¡un siglo! de la Guerra Civil, todavía piensan que en la contienda solo disparaban los del bando nacional. Y que, tras la victoria de estos y la consiguiente dictadura (que nadie pretende blanquear), hay que invalidar todo lo que pasó en los 36 años siguientes, incluyendo los anacrónicos títulos nobiliarios concedidos. Ya puestos, ¿por qué no anular todas las distinciones —y toda la historia— anterior a 1977, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas? Empezando por el ducado de Alba, otorgado en 1472 por Enrique IV de Castilla, el Impotente, quien también andaba enfrascado en guerras civiles contra los infantes de Aragón y según he leído era un poquito dictador...

Estos López Obrador de la memoria patria se refieren a Torroja como «personaje», así que vamos a recordar de quién estamos hablando: un ingeniero considerado un pionero y una autoridad mundial de las estructuras de hormigón armado. Contemporáneo de Richard Neutra, Pier Luigi Nervi o Frank Lloyd Wright, de los que era amigo. Y también del francés Eugène Freyssinet, el mago del hormigón pretensado, a quien por cierto en su país reconocieron con la orden nacional de la Legión de Honor, instituida en 1802 por Napoleón, otro demócrata de libro.

Quizá a algunos les gustaría tirar la cubierta del hipódromo de la Zarzuela, como hizo Álvarez del Manzano con la Pagoda de Fisac. O el maravilloso puente del Pedrido, que sigue operativo 80 años después de que fuera proyectado por Torroja y César Villalba, e inaugurado por Franco. Solo por contemplarlo, merece la pena cruzar la ría de Betanzos por la autopista del Atlántico.