Que nunca olvidemos

José Luis Úriz Iglesias EX PARLAMENTARIO Y CONCEJAL DEL PSN-PSOE

OPINIÓN

Cézaro De Luca | Europa Press

01 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El exministro de los gobiernos del tardofranquismo y el inicio de la democracia Rodolfo Martín Villa reconoció hace poco, con grandes dosis de cinismo y falta de respeto a las víctimas, que «pudo ser responsable político y penal de los actos ocurridos en este país en los años 70», cuando era ministro de la Gobernación, posteriormente Interior. En concreto de los sucesos de enero de 1977 o de los de los Sanfermines de 1978. Sin quererlo, nos hacía recuperar una parte de nuestra memoria histórica colectiva, a veces demasiado olvidada.

Entre las muchas acepciones que nos señala la RAE de memoria quisiera resaltar la que la define como «relación de algunos acaecimientos particulares, que se escriben para ilustrar la historia». Mientras que olvido es «cesación de la memoria que se tenía».

Por eso resulta tan importante mantener la memoria y evitar así el olvido como pueblo, ya que aquel que la pierde está condenado a repetir su historia, especialmente la negativa. Utilicémosla, a través de esta reflexión, para rememorar un año más los acontecimientos que se desarrollaron en nuestro país hace ahora 45 años, en enero de 1977, y que viví en primera persona. Aquel enero negro se inició el domingo 23, cuando un grupo de ultraderecha asesina al joven antifascista Arturo Ruiz, en una manifestación proamnistía en la trasera de la Gran Vía (entonces avenida de José Antonio) de Madrid.

Al día siguiente muere la estudiante de sociología María Luz Nájera, por el impacto del bote de humo que recibe en la manifestación en protesta por la muerte de Arturo, y posteriormente asesinan a los abogados de Atocha. Impactada por ambos hechos, toda la izquierda antifranquista queda conmocionada.

Había negros nubarrones y algo se barruntaba, pero, a pesar de la rabia y la indignación, se nos recomendó desde la dirección del PCE tranquilidad y control. Después vino el impresionante entierro, en el que participé activamente en el «servicio de orden», con la sensación de estar viviendo momentos históricos.

Luego, con el tiempo, entendí que aquel llamamiento a la calma de mi partido fue clave para conseguir la situación que disfrutamos actualmente.

Porque el PCE fue el artífice principal, junto con Adolfo Suárez, para alcanzar esa deseada democracia, con todas sus imperfecciones, pero democracia.

Estamos en otro tiempo, pero esta mañana de invierno Martín Villa me hace recordar aquellos momentos, aquellos días, aquellas gentes, a mis camaradas caídos, con sensaciones y emociones muy profundas. Porque hoy más que nunca debemos mantener viva la llama de esa memoria histórica colectiva.

Nuestra democracia estuvo en peligro entonces y, a pesar de la satisfacción de tener un Gobierno de las izquierdas, lo podría estar ahora 45 años después.

Por eso olvidar es tan peligroso y la memoria tan importante.