Fíjense en manos de quiénes estamos. Putin es un dictador, nadie discute ya esto, pero manda en una superpotencia: aunque Rusia no es la URSS que trata de recomponer, es el país más extenso de la tierra y con mayor capacidad nuclear (6.257 ojivas por 5.600 de Estados Unidos). No quiere los misiles enemigos a 800 kilómetros de la Plaza Roja, como tampoco los quería Kennedy en Cuba en 1962.
Biden, a quien el mundo saludaba con alborozo hace un año, se ha revelado como un Rompetechos en política internacional, va camino de hacer bueno a su antecesor, Donald Trump. Acaba de retirarse de Afganistán —por sorpresa y con las consecuencias que todos conocemos: vía libre a los talibanes— y ya quiere comenzar otra guerra en Ucrania. La industria armamentística norteamericana necesita munición. Un tipo que llama «estúpido hijo de puta» a un periodista, por hacerle una pregunta incómoda sobre la inflación, muy listo no es.
Borrell... ¿Puede el jefe de la diplomacia europea plantarse en Moscú y decir que Rusia no es una democracia (aunque sea verdad)? Su última aportación ha sido pedir «no dramatizar» ante la posibilidad del mayor conflicto armado desde la Segunda Guerra Mundial. Y le pagan por ello, oiga.
De Johnson creo que ya no hace falta decir nada.