Nada de risas

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

SPUTNIK

22 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Las dictaduras morales casi siempre sospechan de la sonrisa —cosa del diablo— hasta que la suprimen o la permiten solo para despreciar al disidente. Siguen por el despliegue de mundos uniformes, planos, sin relieves ni aristas y, por lo tanto, aburridos, sin sorpresas, donde las alegrías de la fiesta se vuelven inquietantemente previsibles, diseñadas por la química de venta en farmacias y antros.

El aburrimiento genera más aburrimiento, en el mejor de los supuestos. En el peor, el tedio se retroalimenta con pastillas y termina en la sobredosis o en otros suicidios por falta de abastecimiento del nutriente fundamental para la vida humana: el sentido. Por eso las ideologías totalitarias propenden al monopolio, quieren desactivar los proveedores naturales de sentido e imponer una única libertad: la de estar de acuerdo con ellas o, al menos, someterse por miedo. En las dictaduras, el aburrimiento y el miedo van muy juntos y entre los dos estrangulan el respeto y la creatividad, que florece solo al margen o en contra de la verdad legal, la bendecida por los jerarcas del pensamiento autorizado. Las libertades de expresión artística, científica, educativa o periodística se vuelven clandestinas.

La fuente y origen de la identidad personal es la familia y las ideologías totalitarias quieren aplastarla. Al igual que la educación, sobre todo la humanística, formadora de gente que piensa por su cuenta, no estandarizada. Todas las dictaduras odian la libertad, pero las aburridas y agrias dictaduras morales la odian mucho más. Y la única creatividad que se permiten se concentra en el desarrollo de mecanismos tecnológicos y sociales de control. Incluida la guerra.

@pacosanchez