Depresión endógena o cuando la tristeza se hereda

Pilar Conde PSICÓLOGA Y DIRECTORA TÉCNICA DE CLÍNICAS ORIGEN

OPINIÓN

María Pedreda

21 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo tienen todo en la vida para ser felices y están deprimidos. Son los afectados por la depresión endógena, es decir, la que se produce por desequilibrios químicos en nuestro cerebro y que en muchos casos tiene un origen hereditario. Este grupo de personas son las que se enfrentan a una mayor incomprensión social porque no existen motivos «reales» para sentir tristeza, apatía o desánimo, los síntomas más comunes de un proceso depresivo. El origen de su depresión melancólica, como también se le llama, se encuentra en las deficiencias en la producción de serotonina, un neurotransmisor implicado en la regulación de las emociones e identificado como una de las llamadas hormonas de la fertilidad. Para mantener niveles óptimos que garanticen el bienestar de la persona, se suele prescribir medicación.

Este tratamiento farmacológico resulta un factor añadido a esa mencionada incomprensión social, puesto que aún existen prejuicios asociados a la toma de pastillas en salud mental. Tratarse con antidepresivos equivale, en la mentalidad de algunas personas, a estar muy enfermo y por eso se siguen escuchando frases como «no estoy tan mal para tomar medicación». Son expresiones que denotan la persistencia de ciertos tabúes asociados a la psicología y a la psiquiatría, y, a pesar de que la pandemia ha situado los problemas de esta índole en el primer plano de la actualidad, queda camino por recorrer. También en el de la salud preventiva.

Es posible que algunas personas con antecedentes de depresión en la familia tengan inquietud o sientan algo de temor. Mi consejo es que, si lo ven necesario, acudan a un profesional de la psicología para informarse y aprender herramientas que les ayuden en un futuro, por si esa depresión llegase o simplemente en caso de haber tenido algún síntoma o de haber pasado por algún período cíclico de tristeza y/o apatía.

Para su tranquilidad, es importante aclarar que la depresión no tiene por que heredarse, pero si se tienen antecedentes familiares es conveniente vigilar una serie de síntomas. Por ejemplo, sentir desesperanza ante el futuro, falta de energía para llevar a cabo las tareas cotidianas, problemas de sueño y/o alimentación o simplemente falta de ganas a la hora de realizar actividades que nos agradan.

Estos síntomas se dan también en niños y adolescentes, grupos de población que, además, no entienden qué les está ocurriendo. En estos casos, la recomendación es preguntarles y dejarles expresarse de manera franca y abierta. Carecen de recursos para comprender lo que sienten, y, por lo tanto precisan del adulto para encontrar una solución.

Otro asunto a aclarar en estos tiempos en los que la pandemia está impactando en el bienestar emocional de los niños es que depresión infantil o juvenil no es igual a ideaciones suicidas. No obstante, si observan que sus hijos tienen algún tipo de riesgo, es adecuado que integren y normalicen la presencia del psicólogo en la vida del menor, dado que es un factor de protección. A la vez, como progenitores debemos mantener una observación atenta y reforzar las habilidades emocionales del niño, dentro de una red social de apoyo que asegure la comunicación en el entorno familiar.

Estos consejos sirven también para los adultos en el caso que nos ocupa, el de la depresión endógena o hereditaria, ya que sus síntomas pueden confundirse con tristeza relacionada con malas rachas personales.

Una última advertencia. Si aparecen problemas de cualquier índole, la depresión endógena puede agravarse y cronificarse, alternando la persona períodos de bienestar con otros de melancolía. Una vez más, la recomendación es acudir a un profesional de la psicología y/o la psiquiatría.