Un espectáculo político lamentable

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Photogenic / Claudia Alba

21 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo adelanto electoral es un fracaso político, porque implica que los partidos no han sido capaces de cumplir el mandato que los ciudadanos les dieron en las urnas. Pero si ese fracaso se produce en unas circunstancias dramáticas para el país, con la pandemia desbocada y alcanzando cifras de contagios que creíamos olvidadas; con un alza imparable de los precios que lamina el poder adquisitivo de la ciudadanía; con unas cifras económicas que desmienten todas las optimistas previsiones de crecimiento anunciadas; con los agricultores sumidos en la depresión y vendiendo a pérdidas, y con los españoles contando los langostinos que podrán poner en la cena de Nochebuena para poder pagar la luz, entonces ese adelanto, y la creación de las condiciones para que se produzca, se convierten en una afrenta a la ciudadanos cuyos responsables deberían asumir responsabilidades. Por eso en Castilla y León unos y otros han abierto de inmediato la batalla para tratar de ganar eso que los cursis llaman ahora «el relato».

Todos lo tienen difícil. Tras el esperpento de Murcia, Cs no puede extrañarse de que nadie se fie de ellos. El PSOE ha contribuido también a la inestabilidad con su amenaza permanente de presentar otra moción de censura en Castilla y León en marzo. Y el PP tiene complicado rebatir la hipótesis de que el adelanto no obedece al interés general, sino a un cálculo político para llamar a las urnas cuando más le conviene. Pero Castilla y León y Andalucía, donde el fenómeno se va a repetir en breve, son solo el reflejo de un país en el que los partidos están ofreciendo un espectáculo político lamentable. En uno de los momentos más graves, y cuando más necesaria sería la unidad y la política de Estado, lo que anteponen unos y otros es sus interés partidista.

No es de recibo, desde luego, que con España en vilo por el avance imparable de la pandemia, el presidente del Gobierno anuncie una declaración institucional para el día siguiente, abriendo expectativas de decisiones urgentes, y luego se limite a confirmar una conferencia de presidentes que ya estaba anunciada y a dar desde la Moncloa un mitin de autobombo poniéndose medallas con las cifras de vacunas. No es presentable tampoco que con un país sumido en la angustia y la incertidumbre, el PP dedique más tiempo a su ridícula batalla interna entre Casado y Ayuso que a aportar algo o a defender un proyecto propio para presentarse como una alternativa. No es comprensible que Unidas Podemos, socio en el Ejecutivo, esté más pendiente de promocionar la nueva plataforma política que impulsa la vicepresidenta Yolanda Díaz que de gobernar el país. Y tampoco que el independentismo catalán anteponga su delirio secesionista a la gestión de la crisis sanitaria y económica, o que el PNV y Bildu dediquen su tiempo a competir entre ellos por ser los nacionalistas vascos más fetén.

Esto es lamentablemente lo que hay. Y en esas condiciones, ir a las urnas empieza a convertirse en un ejercicio de responsabilidad democrática en el que, sin embargo, solo nos queda elegir entre lo malo y lo peor.