
Duele. Vaya sí duele. Pero no valen las medias tintas a las que se dedican los medios barcelonistas dejándose la credibilidad para salvar al soldado Xavi. O más bien al santón Xavi. Ser del Barça es especial. Durante mucho tiempo era como una especie de religión protestante frente a la mayoría de católicos que adoraban al todopoderoso Madrid, el equipo del Régimen. Tardó en llegar el cáliz de la Copa de Europa con aquel misil de Koeman a la Sampdoria. Duele la indigencia de este Barça abandonado por sus dirigentes, dejado por todos. Por Messi. Por Luis Suárez. Por Griezmann. ¿Qué directivo puede dejar marchar 60 goles? ¿Lo de Laporta iba a ser un renacimiento poco a poco o es un entierro en cómodos plazos? ¿Qué club deja largarse al mejor jugador del mundo? Es digno de Iker Jiménez. Debe investigarlo con un expediente de los suyos. Hubo años de plomo. Los que gustamos del Barça, de ese protestantismo, salimos de las catacumbas gracias a Cruyff. Un genio. Como jugador y como técnico. Este Barça no es de plomo, es una farsa. Este Barça está en un pozo que no tiene fondo. Mingueza solo tiene de futbolista la coleta. ¿Por qué ese empeño en ponerlo, cuando su nivel es como mucho para jugar en un Segunda División? Ya no se sabe qué De Jong es el malo. Ay, Coutinho. Lo de Agüero. Lo de Braithwaite es alucinante. Braithwaite no es delantero para el Barça. ¿Nos lo habrá cedido el Real Madrid para terminar de hundirnos utilizando al Getafe como club interpuesto? Es una pena tan grande. Sangramos más por la herida porque venimos de hacer el mejor fútbol de la historia. Con Rijkaard, con Guardiola y con Luis Enrique, el Barça fue el fútbol 2.0 y el fútbol 3.0 de la biblia de Johan Cruyff. Hemos enseñado a hacer fútbol de verdad a todo el continente. Los clubes ingleses nos siguen como rebaños a su pastor. El Bayern nos lo debe todo. Y nos golea sin sudar. Sin esforzarse. Un océano de tristeza. Vivimos tiempos infames, pero saldremos de esta. Ya sobrevivimos a aquel Barça de Clos y de Calderé. Al de Saviola y Riquelme. Al de Gaspart. A aquel Barça de Romerito que iba a ser un crac. Lo que estamos sufriendo se amplifica porque nos hemos cansado de reinar. De ganar las finales de la Champions asombrando al planeta y a dos o tres galaxias más. Alguien, más de uno, nos debe explicaciones. Los presidentes anteriores y el actual. El Barça es más que un club, en efecto, para andar como anda arrastrándose por los campos de España. Será un milagro que entremos en los cuatro puestos de Champions. Será un milagro pasar el play off para poder seguir en la Liga Europea. 21 años sin ser eliminados en la fase de grupos de la Champions. Una humillación tras otra. Memphis parece gripado. Nada sale. Hasta las nuevas perlas que brillan con Luis Enrique en la selección, Pedri y Gavi, se encogen en este Barça de los complejos. O corrigen el rumbo o tal y como se viven los partidos en los bares, con los vaciles que caen de las mesas blancas, pueden llegar los incidentes. Qué mal rollo da que te ganen tocando el balón como si fueran músicos esos chicos alemanes a los que tú les enseñaste el camino del esplendor sobre la hierba. Pero nos levantaremos y será todavía más hermoso.