Excéntrico Boris Johnson

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

POOL

29 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No parece probable que Boris Johnson logre mejorar su cada vez más deteriorada imagen como primer ministro británico y como líder que ya no sabe expresar muy bien sus propósitos. La pasada semana se le embrollaron los papeles de su discurso en el congreso anual de la principal patronal británica (CBI) y acabó improvisando un balbuceo sobre Peppa Pig, un personaje televisivo infantil. Con unas hojas desordenadas en la mano —que supuestamente contenían su discurso—, Boris Johnson pidió varias veces perdón, mientras trataba de reordenarlas para continuar.

El espectáculo no era nuevo. Porque Boris Johnson acostumbra a adornar sus comparecencias con excentricidades, ocurrencias o rarezas que cada vez tienen menos gracia y obtienen un menor reconocimiento público; quizá porque, a estas alturas, ya solo él mismo cree que es un gran improvisador, con una gracia innata para superar cualquier tropiezo. Algo que ahora la realidad parece estar desmintiendo una y otra vez.

Es innegable que tiene una larga trayectoria política y que en el 2019 llevó al Partido Conservador a su mayor victoria parlamentaria. Tras este éxito, el 31 de enero del 2020 logró que se concretase el brexit. Y en 2021 decidió aumentar el arsenal de cabezas nucleares en un 45 % (de 180 a 260) argumentando esta decisión en la «amenaza activa» que supone Rusia. ¿Qué otros planes tiene? No se sabe, pero tampoco se concibe que no nos sorprenda con alguna novedad. De lo que no parece caber duda es que lo mismo puede asombrarnos con algo relevante o con cualquier bagatela. Así, lo mismo puede comparecer con algo relativo al propio brexit que con otra cita de Peppa Pig.

Los expertos en él como político están cada vez más divididos. Su idea de compararse con el bíblico Moisés para defender sus diez mandamientos de la economía verde ha resultado más chocante que divertida. Cabe decir que estas elocuencias o gracietas están causando preocupación entre los suyos (y muy especialmente en Downing Street, su residencia y oficina). Simplemente, porque se extiende la idea de que no está dando pie con bola y que puede sorprenderlos con cualquier ocurrencia excéntrica.