El cumpleaños de Carolina Darias

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Ricardo Rubio | Europa Press

28 nov 2021 . Actualizado a las 10:18 h.

Otra vez Carolina Darias en la tele. Como antes el filósofo Salvador Illa o el mítico Fernando Simón, con su voz truncada. Escuchar tanto tiempo después a Carolina Darias con malas noticias pone los pelos de punta. Habló el jueves, el día de su cumpleaños. Nació en Las Palmas un 25 de noviembre de 1965. Cumplió esta semana 56 años. Es escorpio y salió para volver a decirnos que hay que acelerar la vacunación. Que tenemos que intentar estar todos vacunados con la dosis de refuerzo antes de las Navidades. Que se lo diga a los que no se han puesto todavía ni una. Seguro que ella era la primera que no quería reaparecer como portadora de la pandemia que regresa con sus mascarillas a nuestras caras.

El miedo ya está aquí. El Black Friday fue el día de la amenaza sudafricana. Mientras nos consumíamos con el consumo en las tiendas, atraídos por la melaza de los descuentos, nos decían las autoridades que hay una nueva variante sudafricana. Terrible, por supuesto. En seguida, el anuncio golpeó a las bolsas. El dinero es muy lábil. Se contagia enseguida de la desesperación. ¿Cuántas variantes llevamos? El daño del covid es real. Por el virus. Y por la herida que, como sigamos avanzando hacia ninguna parte, no cicatrizará jamás en los corazones, en las almas. No se puede vivir en una eterna cola de vacunación. Hay que hacerlo por responsabilidad. Pero fatiga. Tercera dosis. ¿Cuarta dosis? Ahora, al fin, los niños.

Todo son preguntas. Regresan los expertos virólogos al prime time. Desplazan a MasterChef. Estamos en un momento de la crisis pandémica que ya nos da igual lo que pase mañana. ¿Existirá mañana? Nos están desesperando. Otra vez, las órdenes. Las restricciones. Los horarios. Los pasaportes covid para llevar una mínima vida de ser humano. Dicen las autoridades que está claro que estamos en la sexta ola. ¿Habrá séptima ola? ¿Octava? Qué bellas son las olas de la naturaleza que, con marea baja y buen tiempo, se desmayan elegantes sobre la arena de las playas.

Tenemos que respetar todas las medidas, pero parece que estamos condenados a vivir siempre en la habitación del pánico. Y encima somos unos privilegiados. Nosotros tenemos botón de alarma. En África no hay vacunas. En Siria no hay vacunas. Aquí nos envían dos SMS. Tiene que vacunarse, el primero. No se olvide de que hoy tiene que vacunarse, el segundo mensaje. SMS de esos que hoy ya no envía nadie. El covid resucitó el SMS y nos hunde en el fango de la fatiga. Hay un silencio que se corta en los vacunódromos. Pero solo nos queda ese camino, el camino de la fila india. Y volver a taparnos las sonrisas. Y pensar mucho en que, si estamos vacunados, si nos pilla el covid será como un catarro, solo un catarro. Pensarlo con fuerza, como hacen los niños cuando quieren que pase algo. Nunca volveremos al mundo como lo conocíamos en el 2018, por ejemplo.