Las empresas son diabólicas

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Alberto Ortega | Europa Press

08 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Partido Popular llega al Gobierno por KO técnico o no llega. Siempre ha sido así. Felipe González, con su gracejo y su honestidad, dejó España podrida de corrupción y de paro. Estábamos hundidos. Aznar, en su primera legislatura, cuadró los números y en las elecciones del año 2000 se encaramó al 45 % de los votos y a una mayoría absoluta de 183 escaños. No se premiaba su empatía con la ciudadanía, ni su carisma personal, sino su gestión económica. En el 2004 pasó lo que pasó y el que iba a ganar a siete días de las elecciones no ganó. Se aupó al poder Rodríguez Zapatero, que también tenía su bondad y su gracia, como Felipe. Dejó el país peor, todavía, que su colega andaluz. En las elecciones del 2011 estábamos en la ruina (el KO técnico del que les hablaba al comienzo). El PP de Rajoy mejoró los resultados de Aznar y alcanzó los 186 diputados. Rajoy volvió a arreglar las cuentas. A ello dedicó todo su afán. Sin embargo, no aprovechó su amplia mayoría absoluta para realizar ni siquiera un tímido ensayo de ingeniería social o de transformación de las mentalidades, el pronunciamiento cultural o de las ideas (consustancial a todos los gobiernos socialistas y más, aun, al Gobierno de coalición que disfrutamos en la actualidad). Y lo echaron. Aprovecharon un par de líneas de una sentencia de dos pueblos de Madrid y, sin escrúpulo alguno, enarbolaron la bandera de la democratización y la transparencia (¡ellos!). Hasta hoy. Todo tienen a su favor. Desde las cadenas televisivas a Netflix, donde a la mayoría de las series —como en las películas de Almodóvar— solo les falta el puño y la rosa y la bandera de colorines LGTBI al final de cada capítulo. Pueden hacer lo que quieran y lo hacen. Pero algo se les escapa: el bolsillo de la gente. Y saben que ahí descansa la caja de Pandora que, si se abre, los llevará a la oposición.

El bolsillo de la gente va como va, con los precios en progresivo ascenso. La calle está tranquila, porque la calle es de ellos. Pero las encuestas han puesto la campana de Pavlov en funcionamiento. Está sonando y, como un resorte, el paquebote de la izquierda ha comenzado a funcionar a toda máquina: paguen más impuestos para que nosotros podamos gastar más. ¿En qué? En los nuestros. Las empresas son el enemigo. Los empresarios, Mefistófeles. Lo único que importa es el voto de la clase trabajadora, los habitantes del reino (para «los nuestros», república) del ecologismo y el feminismo y la igualdad y la inclusión y la sostenibilidad y otras mil palabras que la présbita derecha aún no ha confiscado a los suyos. La reforma laboral, derogada o no, es un subterfugio. Importa la ideología. Y en la ideología está escrito que el enemigo, diabólico, es el empresario. Sánchez y Díaz, sobre todo Díaz, lo saben.