Ciencia, del asombro al pasmo

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

KRISZTINA FENYO | Reuters

04 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En este año de pandemia donde la ciencia ha permitido recuperar la normalidad evitando la enfermedad, la ciencia provoca asombros. Conocimiento científico que continuará cambiando nuestro mundo, realizado por mujeres y hombres en organizaciones que lo impulsan, o no.

Tenemos próximo el camino recorrido por Katalin Karikó y los sucesivos rechazos de financiación para investigar el ARN mensajero para combatir enfermedades, y el difícil camino recorrido hasta su colaboración con Weissman y sus patentes, que han permitido obtener no solo las vacunas frente al covid-19 de Pfizer-BioNTech y Moderna, sino continuar la búsqueda de su posible aplicación a una vacuna frente al cáncer.

Menos próxima a nuestra comprensión está la resolución reciente de uno de los grandes problemas de la biología: la estructura de las proteínas y cómo se adquiere. El programa desarrollado por la compañía DeepMind, de Google, ha demostrado que es capaz de predecir la forma de las proteínas en tres dimensiones a partir de su secuencia de aminoácidos, lo que permite comprender sus funciones y el papel de las mutaciones en las enfermedades, al tiempo que permite explorar nuevos fármacos y vacunas. Este desarrollo de la inteligencia artificial es deudor del trabajo del bioinformático Alfonso Valencia, hoy en el Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), que hace 35 años sentó las bases para el estudio de la predicción de las proteínas.

Hace unos días el Consejo de Ministros aprobó, a propuesta del Ministerio de Economía, no del de Ciencia, el desarrollo del proyecto Quantum Spain, para impulsar las capacidades de computación cuántica, en el que participarán 25 centros de investigación de catorce comunidades autónomas, y la construcción del primer ordenador cuántico del sur de Europa en el BSC-CNS. Lo que muy probablemente no hubiera sido posible sin la creación en el 2005 del propio BSC y el liderazgo asumido en el citado proyecto por José Ignacio Latorre, físico cuántico que afirma en su libro Cuántica: «La realidad es un concepto sutil. Existe en la medida en que la miras».

Y por ahí anda el papel de la ciencia. Un papel condicionado por las capacidades y talentos de los hombres y mujeres que en ella trabajan, pero también por las estructuras de gestión en las que están obligados a hacerlo. Y es precisamente por ello que uno no puede olvidar la carta que tres profesores de investigación del CSIC escribieron en el año 2015: Por qué nos fuimos (y por qué volveríamos), en la que ahora uno de sus autores, Jordi Bascompte, premio Ramón Margalef de Ecología 2021 por su trabajo que combina modelos matemáticos, simulaciones y análisis de datos para abordar cuestiones fundamentales y aplicadas en ecología, insiste: «Llegó un momento en el que no quería trabajar en un sitio donde, para intentar hacer ciencia de máximo nivel, uno se veía abocado a hacer tantas cosas estúpidas». Y ahí estamos, necesitando la ciencia y la organización de su desgobierno.