Insultar a Koeman

OPINIÓN

María Pedreda

26 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La frustración. Si no hay educación para canalizar la frustración llega la ira y su hermana, la violencia. Los presuntos aficionados, que insultaron y golpearon el coche de Koeman, en el que viajaba el entrenador del Barcelona con su mujer al lado, no tienen nada que ver con el deporte ni con la competición. Son como todos esos que van al campo a gritar lo que no les dejan chillar en sus casas y en sus trabajos. Los estadios son muchas veces una tapadera para cobardes. Los que no suelen dar la cara en la vida siempre recurren al recurso fácil del insulto y la patada. La frustración, sin cabeza, degenera en violencia.

Tampoco son hinchas auténticos del Barça. En vez de adorar a Koeman por aquel misil que les dio una Copa de Europa, se dedican a linchar a un entrenador al que hubiesen embreado, como en el Oeste, si les hubiesen dejado, sin darse cuenta de que el técnico no es el culpable, es la víctima.

Bastante hace intentando entrenar al Barça B como si fuese el Barça A. Encima jugó contra un Real Madrid cobardón que, igual que en Ucrania, se agazapó atrás, conocedor de que sus dos grandes talentos del centro del campo, Kroos y Modric, son de la tercera edad y no están para subir y bajar. Ancelotti, que también es coche viejo, le saca así el máximo rendimiento a una plantilla justa. Todos atrás y suelta, arriba, a la cabra de la Legión, Vinicius, junto a Benzema y a Rodrygo.

Con Vinicius todavía no sabemos si estamos ante otro Robinho o ante un nuevo Ronaldo, el auténtico. Vinicius, que antes solo generaba caos para nada, ahora se mueve entre el estropicio y el pasmo, cuando hace algún gol increíble a velocidad de vértigo (no sé si con los ojos abiertos).

Claro que Koeman estuvo mal. Mingüenza es una mentira importante. Y tuvo un ataque de entrenador al situar durante veinte minutos a dos jugadores del revés: Ansu Fati, de falso nueve, y Depay, en el extremo. Los perdió a los dos, que ya no volvieron al partido. Koeman se está equivocando y mucho, pero no para emprenderla a insultos con él. Su tarea no es de técnico. Es de reanimador de unos veteranos que están ya para jugar solteros contra casados (Piqué o Agüero), y de profesor de unos jóvenes que apuntan pero a los que les falta muchísimo (Nico, Pedri, Gavi o Ansu). Y todavía le queda cargar con la estafa holandesa, que no es él, son esos dos De Jong, que no se sabe cuál de los dos es más malo. En teoría, era el que llegó a última hora del Sevilla. Pero es que el otro se esfuerza por igualarle en fútbol pésimo.

No fue un clásico. En Galicia, lo llamaríamos O Clasiquiño. No hubo la tensión de otros duelos. El resultado, con el Madrid amurallado, estaba cantado por los niños de San Ildefonso. Ganaba el Madrid o ganaba el Madrid. La conclusión más dura es la que llevamos rumiando unos años. Ninguno de los equipos españoles está para llegar muy lejos en la Champions. Bayern, Chelsea, City o el renacido Liverpool los aplastarán. Y, por cierto, cómo quieren que Luis Enrique lleve a jugadores del Madrid a su eléctrica selección si solo fue titular uno, el gallego Lucas Vázquez.