El amargo sabor de un aniversario

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Iñaki Berasaluce | Europa Press

21 oct 2021 . Actualizado a las 10:10 h.

Escribo esta crónica el 20 de octubre del 2021. Se cumplen diez años del día en que la banda terrorista ETA, representada por un grupo de encapuchados, comunicaba que dejaba de matar. Los periódicos llevan varios días publicando memorias de aquel día y de aquellos tiempos. Todo es muy emocionante, porque son recuerdos de víctimas, de supervivientes, de responsables de seguridad en la época, con testimonios que ensalzan el valor de la vida y de la libertad; de la pequeñísima libertad de poder salir de casa sin mirar si han colocado una bomba debajo del coche o sin temer que un individuo mal encarado pueda dispararte un tiro en la nuca. El País Vasco en su conjunto y policías, guardias civiles, funcionarios y militares en toda España pasaron en unas horas del miedo a esa libertad. Fue fantástico y muchos libros lo cuentan sobre vivencias personales.

Llegado este primer aniversario, siento una pequeña decepción. España, que sufrió ese castigo durante medio siglo, no está dotada para la grandeza de una conmemoración, de un homenaje al millar de personas que mataron los terroristas. También siguen esperando un reconocimiento los cientos o miles de policías y guardias civiles que trabajaban en el País Vasco, cada día mataban a un compañero, cada día asistían a un entierro, sabían que al día siguiente les podía tocar a ellos, y apenas hubo un par de intentos de motín en todos esos años. Estaban dolidos, cabreados, llamaban traidores y cobardes a los ministros que asistían a los funerales, pero no intentaron tomar la justicia por su mano -el GAL no fue cosa suya- ni se rebelaron contra la legalidad.

Nuestra clase política demostró, volvió a demostrar, que está más condicionada por sus intereses de partido que movida por sus convicciones morales y democráticas. La redacción de una declaración institucional se abortó en el Senado porque la intransigencia fue más poderosa que los vínculos. El Partido Popular quiso aprovechar la oportunidad para excluir a Bildu de acuerdos políticos, pero no sabemos si ha sido por quitarle un par de votos al Gobierno en la votación de los Presupuestos. Como Bildu votará las cuentas públicas, Abascal las llama «las cuentas de ETA». Y Otegi, por la astucia de una declaración oportunista, se convierte en el centro de la celebración del décimo aniversario, como si fuese el nuevo genio de la estrategia política y su partido la clave de arco de la convivencia.

Y a todo esto, por ley de vida, los jóvenes de menos de veinte años no saben lo que fue aquello. No saben cómo se mató a niños de cuarteles de la Guardia Civil, ni cómo se secuestró a Ortega Lara, ni cómo se ajustició a Miguel Ángel Blanco. Si alguno se quiso informar estos días, habrá encontrado el espectáculo político y habrá considerado ese tiempo histórico como un asunto menor. Tan pequeño como la clase política que lo quiso recordar.