¡No es Merkel, es Alemania!

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

GONZALO FUENTES

28 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Vaya por delante que Angela Merkel es, a mi juicio, la mejor dirigente política que ha tenido Europa en las últimas décadas. De hecho, es la única mandataria europea en lo que va de siglo XXI que pasará a la historia por su influencia decisiva en el devenir político y económico del continente, que es tanto como decir del planeta. A su lado, la nómina de dirigentes de los grandes países europeos en los últimos años, como por ejemplo el Reino Unido (Brown, Cameron, May y Johnson) parece una broma de mal gusto. No hablemos ya de Francia, (Sarkozy, Hollande y Macron), España (Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez) o Italia (Berlusconi, Letta, Renzi, Gentiloni y Conte). Solo los italianos Monti y Draghi, tecnócratas, y no políticos, se salvan de esa quema.

Dicho esto, y rendido el homenaje a la canciller saliente, añado que en otros países europeos se tiende a disimular su insignificancia en el orden mundial exagerando la influencia personal de Merkel en el liderazgo indiscutible que Alemania ha ejercido en el continente en los últimos años. Ese liderazgo sería así, según esta teoría, el fruto de una figura providencial como la de Merkel. Y, por tanto, desaparecida esta llegaría el declinar de Alemania como paladín de Europa, e incluso como gran potencia económica, y sería la hora de que otros dirigentes como Macron impusieran en la Unión Europea su visión y su influencia política y económica sobre una Alemania debilitada.

Temo que las cosas no serán así. Y que tanto si gobierna el aburrido socialista Olaf Scholz -como parece probable-, como si lo hace el inmensamente gris líder de la CDU, Armin Laschet, Alemania seguirá siendo la locomotora política y económica de Europa, teniendo claro que lo inevitable es un declinar de la UE como proyecto. Pero esa decadencia no se deberá a que Mutti Merkel se vaya, sino al egoísmo, incompetencia y falta de altura de miras que han demostrado el resto de líderes.

Si sigue y seguirá siendo el faro de Europa es porque Alemania, no solo Merkel, es el único país que ha entendido que las fronteras entre izquierda y derecha no pueden seguir siendo las del siglo pasado. La grosse koalition entre cristianodemócratas y socialistas, tan denostada en naciones que son pigmeos económicos y políticos, es quizá el mayor legado de la era Merkel. Un ejemplo de cómo, más allá de las diferencias ideológicas, un país es capaz de defender unido sus intereses internacionales y de aplicar las políticas moderadas que más convienen.

La gran coalición no se repetirá. Pero Alemania va a volver a dar ejemplo a Europa con un Gobierno, sea encabezado por el SPD o por la CDU, que pondrá de acuerdo a fuerzas tan distantes como verdes y liberales. Algo impensable en otros países en los que el cainismo está por encima de todo. La otra gran lección de Alemania es que es el único país europeo que no se deja tentar por el populismo. Nadie cuenta para gobernar con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ni con la izquierda nostálgica del comunismo soviético de Die Linke. Merkel se va, pero Alemania se queda.