Mascotas

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Kiko Huesca

19 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las consecuencias derivadas de las sucesivas crisis que hemos padecido en la sociedad del bienestar consiste en que, cuando uno pasea por cualquier ciudad de nuestro país, tiene el doble de posibilidades de cruzarse con una persona paseando al perro que con un carrito de bebé.

Según el INE, en España hay 6.265.153 niños menores de 14 años mientras que el número de mascotas registradas asciende a los 13 millones (sin contar aquellas que no están registradas) de las cuales, siete millones son perros.

Las razones evidentes de este estallido demográfico mascotero se encuentran, por un lado, en el beneficio reconocido sobre la salud física y mental que tener una mascota tiene en gente que vive sola (conviene recordar que en España se contabilizan cinco millones de hogares solitarios y van en aumento) y mucho más en gente mayor de sesenta y cinco años que suponen cerca del cincuenta por ciento de los hogares unifamiliares. Las mascotas en esta franja de edad son un bálsamo excelente contra la soledad.

Sin embargo, la razón del porqué la generación nacida entre 1980 y el 2000 están sustituyendo los bebés por las mascotas, va más allá de las obvias dificultades laborales y económicas que sufre esta franja de edad. Un estudio reciente arroja que la factura básica por tener una mascota asciende a casi 40 euros al mes, cantidad que se triplica conforme se produce una progresiva «antropomorfización» de las mascotas.

Cada vez hay más secciones e hipermercados dedicados a comidas y complementos para mascotas -por cierto nada baratas-, cada vez más consultas de salud a los veterinarios, cada vez más parejas jóvenes que optan por adquirir una mascota como sustitutiva de un bebé y no solo por cuestiones económicas, sino por un muaré de razones laborales, estéticas, lúdicas, emocionales y de infertilidad que vienen a cubrir la necesidad humana de cuidado y apego a un ser vivo, algo que vino a rubricar el cambio del Código Civil del 2017 en el que se reconoce que los perros son seres vivos y no cosas. Norma más que encomiable pero que no otorga a las mascotas la categoría de bebés.

Siempre hemos vivido acompañados de perros y gatos que en su origen cumplían una función de guarda, trabajo y compañía y siempre fueron excelentes compañeros de vida y de soledad, pero su función está cambiando y no sé si será por una falta estructural de la sociedad que hemos desarrollado, en la que se están humanizando las mascotas y animalizando a los seres humanos. Corriendo un riesgo auténticamente real de que cuando necesitemos una mano para remontar la agónica demografía de nuestra civilización o pagar las pensiones, encontremos una pata.