La paradiña de Pontón

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

01 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El frenazo de Ana Pontón justo cuando el verano se desbocaba ha sonado con el chinchín amortiguado marca de la casa. Se escruta desde ese día el interlineado de un anuncio inesperado, de su propuesta de reflexión antes de seguir, de su inusual apelación a la duda cuando se está arriba. Se rebusca en sus palabras porque en el éxito apenas hay cultura de la incertidumbre, como si el triunfo no fuese en realidad el lugar desde el que mejor se otea el abismo. Claro que habrá argumentos para entender esa paradiña que Pontón reclama y que nadie anticipó, motivos personales, orgánicos y políticos, pero la novedad es que alguien rompa un ciclo de crecimiento con semejante petición de calma en una profesión, la política, en la que priman las huidas hacia adelante, se promueve la cháchara áspera y se penalizan los matices, prietas las filas, que el que se mueva no sale en la foto. Pontón se ocupó de un Bloque hecho unos zorros hace apenas cinco años, un Bloque exhausto, descolocado, desangrado y avergonzado, un Bloque en shock por el terremoto político gallego del que quedan dos herencias relevantes: Yolanda Díaz en la vicepresidencia del Gobierno de España y Ana Pontón en la jefatura de la oposición en Galicia. Dos liderazgos femeninos tan distintos a los masculinos anteriores, dos maneras de mandar muy siglo XXI de dos señoras esculpidas desde crías en la militancia y el compromiso con su país. Pontón triplicó los resultados electorales de su partido, reconcilió a los nacionalistas con sus siglas y superó el umbral emocional de Beiras. Insiste en que hay que ensanchar las bases del BNG, lo que seguro excita los divertículos de los guardianes de las esencias. Pero, sobre todo, reclama reflexión en un momento en el que retumba el ruido y la furia. Mujer extraña esta.