¿El final del «ti vai facendo»?

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta PAISANAJE

OPINIÓN

Martina Miser

30 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se escuchaba esto en los últimos años del siglo XX, que en realidad es como decir que pasó hace dos días, y que muy posiblemente pueda seguir pasando. El dueño de un bar se encuentra con el alcalde del pueblo en la puerta del local. Le cuenta que quiere ampliar la terraza del establecimiento, pero que se encuentra con un problema: hay un árbol en el medio. La respuesta del alcalde no deja lugar a dudas: «Yo no veo ningún árbol».

 Se escuchaban cosas así en el cambio de siglo. Entonces eran una excentricidad en el mapa municipal gallego los concellos que contaban con alguna figura de planeamiento urbanístico, con unas mínimas normas de construcción, con un proyecto que indicara dónde se podía hacer obra nueva y dónde conservar, los que tenían un arquitecto en plantilla o los que mostraban un mínimo aprecio por el territorio. Mandaba más el gusto por el cemento, ese que propició barrios uniformes. Había escasez de ladrillo y de chavales para tanta construcción. A falta de árboles, era fácil que una ardilla cruzara el país de grúa en grúa.

Se escuchaban cosas así hace veinte o treinta años. Por entonces La Voz acuñó el término «feísmo» para describir una manera chapucera de conjugar utilidad con necesidad; el somier cerrando una finca bien pudo ser el símbolo de aquello, pero también una anécdota, como ese árbol que el alcalde no veía. El caso es que feísmo no era (es) solo convertir un váter en una maceta para la entrada del chalé. Era (es) una forma de entender el territorio como un todo vale, donde cualquier cosa es susceptible de ser edificada, sin atender a patrones de ordenación, no digamos ya de estética urbana o rural.

El caso es que, andado el siglo XXI, ese otro feísmo, el del «ti vai facendo», se ha ido arrinconando. Apenas un puñado de municipios, con escasa población y nulos intereses especulativos detrás, carecen de planes urbanísticos. No son un problema. Y se ha ido asentando una cierta idea de cuidado por el patrimonio y de intentar imitar al que lo hace bien. Aunque a alguno siempre le quedará la tentación de no querer ver el árbol.