Ahora que el tiempo es nada

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Robert Galbraith | Reuters

23 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que ya has cumplido los 80 años (el pasado mayo), me atrevo a escribirte una nueva oración. Fundamentalmente porque me aburre este agosto geopolítico con políticos silentes y en alpargatas. Este agosto de sol con sol, de arañas en las nubes y de tanta rareza que todo es cambio climático o clima cambiante, qué más da. En este tiempo en que ha crecido la intolerancia, la banalidad, la estupidez y el deterioro social, pongo uno de tus viejos discos y, feliz sobre la alfombra, te pienso. Porque esto no es una columna. Cuando le hablas directamente a los dioses, estás orando. Pasaste de chico bueno a chico rebelde, pero no dejaste ni un minuto de ser poeta. Eso es lo que eres. Y músico. Hay que reivindicarlo en este tiempo en el que los artistas son de todo, menos artistas. Te dieron el Príncipe de Asturias (¿cómo se les ocurre?) y no fuiste a recogerlo. Te dieron el Nobel, y tampoco.

Pero no quería hablar de premios, Bob. Algún día te darán otro Nobel en el cielo, sea mahometano o cristiano, y tampoco irás a recogerlo porque estarás tocando a las puertas del edén, en cualquier pueblo pequeñito, con sus barras de bar y sus nostalgias. Te adoro. Y quería decirlo públicamente una vez más. Otra. Eres un iluminado, un poeta revelador. Tus canciones contienen rayos X, o gamma, que te penetran, hasta decir de ti todo lo bueno o lo malo que guardas. No conozco a ninguna persona sensible a la que no le guste Bob Dylan. Lo entiendan o no lo entiendan, llega un momento en que eso es lo de menos. Eliot, el poeta, dijo de Pound que incluso cuando no lo entendía sus poemas le parecían maravillosos. Los verdaderos artistas no se entienden, se sienten. Y yo siento tu voz en medio de mi noche, con su luna y su ausencia. Haces música clásica en un mundo en el que el clasicismo, hoy, es la única revolución posible. Un mundo en que ha avanzado tanto la vulgaridad que los más vulgares son influencers, opinólogos con aplauso, o vuecencias a las que la política correcta aplaude y conserva. Algunos vulgares o vulgaras llegaron, mira tú, a ministros y ministras. Qué España y qué bajura.

Nos has enseñado a perseguir los sueños, a caminar, incluso en contra de los caminos que todos siguen. Nos has enseñado a no pararnos y buscar la playa, todavía, bajo el asfalto. No has sido nunca demasiado amable, y en tus actuaciones eres tan arisco como una lagartija sobre la piel. Es la primera vez que escribo sobre ti en tiempo de pandemia. Pero prometo que te he escuchado mil veces. Algunas, llorando de emoción. Otras de tanta alegría que yo, como tú, pensaba que los sueños están al alcance de la mano: ahora, que todos nos hemos convertido en mancos. Me pregunto por qué me he demorado tanto, en esta pandemia, para decir que tu música también ayuda. A superar. A superarse. Y me pregunto por qué no he citado aún ninguna de tus canciones/poemas. Tus últimos discos. Tus secuelas y tus espuelas de Billy el Niño cabalgando la más triste pradera. La respuesta está flotando en el viento. Ahora que el tiempo es nada, pienso en ti, Bob.