Simone Biles perdió

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

MIKE BLAKE | Reuters

05 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Simone Biles llegaba a Tokio como la gran estrella de los Juegos, tras la retirada de Usain Bolt en atletismo y de Michael Phelps en natación, los otros dos pilares del deporte olímpico junto a la gimnasia. Con cuatro medallas de oro en Río de Janeiro, hace cinco años, y otras 19 en campeonatos mundiales desde el 2013, de ella se esperaba que siguiera engordando las estadísticas; ya no se trataba ni de participar ni de ganar, sino de batir récords. Pero no estuvo a la altura.

La gimnasta americana se clasificó para todas las finales, aunque en la calificación cometió varios errores —se salió del tapiz en el ejercicio de suelo y puso un pie fuera de la colchoneta tras saltar el potro—. Y en la primera rotación de la final por equipos, tras un salto fallido (realizó 1,5 giros en lugar de los 2,5 que tenía previsto y se desequilibró en la caída), decidió abandonar la competición alegando que no estaba mentalmente preparada.

Sí, ya sé que lo han visto y leído estos días, pero quizá nadie se lo ha explicado de esta manera: Simone Biles perdió. Fracasó. No se trata de hundirla, sino de asumir lo que ha pasado con normalidad, sin convertir a una deportista en una falsa heroína por reconocer que su cabeza no estaba al cien por cien para encarar una competición tan exigente como la gimnasia frente a las mejores del mundo. Biles perdió y finalmente consiguió un bronce —un premio casi de consolación teniendo en cuenta las altísimas expectativas que habían depositado en ella— en la barra de equilibrio, superada por «las chinas Guan y Tang», como aparecían en alguna crónica (en otras ni siquiera se las citaba). Guan Chenchen y Tang Xijing, de 16 y 18 años.

En los Juegos Olímpicos y Paralímpicos participan 15.000 deportistas y se reparten 5.000 medallas. Para muchos, solo el hecho de poder ir ya es un triunfo; otros, como Adrián Ben, se pueden considerar ganadores aunque no se cuelguen ninguna presea al cuello. Todos tienen presión, dudas, una carrera en juego, contratos, becas y la responsabilidad de representar a su país. Que no nos vengan a descubrir ahora la importancia de la fortaleza mental. ¿O es que pensaban que Nadal solo ganaba por su físico?