Lágrimas negras

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

DYLAN MARTINEZ

01 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace cinco años, en el Ohio profundo, pocos conocían la existencia de una vecina de 19 años que desafiaba las leyes de la gravedad, la biodinámica, el equilibrio y el miedo. 

Una niña afroamericana con cuerpo de caucho y voluntad de hierro, nacida en una familia desestructurada con una madre alcohólica y un padre adicto a todo tipo de sustancias que las abandonó; fue recogida por los servicios sociales y llevada junto a su hermana a un orfanato del que la rescatarían los abuelos maternos con los que se crio.

Acabó los estudios de secundaria y durante una excursión contempló un entrenamiento de gimnasia artística. Quedó fascinada y comenzó a soñar que si aprendía la técnica ella sería capaz de llegar mucho más alto, más lejos, mas fuerte, más rápida y más libre.

Ocho años más tarde de aquella revelación, Simone se había convertido en aquello que deseó con todas sus fuerzas y se consagró como la mejor gimnasta de todos los tiempos.

Simone es la única mujer capaz de hacer un yurchenko (salto imposible para una mujer y la inmensa mayoría de los hombres), un doble mortal carpado con medio giro de salida a dos metros de altura del potro.

La potencia de salto de Simone en los ejercicios de suelo supera también la masculina y realiza los ejercicios sobre la barra de equilibrios de diez centímetros de ancho, como si fuera de un metro: un portento.

Conseguir ir más allá de lo humanamente posible no solo requiere mucha técnica y muchas horas de entrenamiento, se necesita, sobre todo, una cabeza especial y más aún si tienes que sobrevivir a los abusos de tu entrenador.

Una cabeza que, aparte de mucha voluntad y serenidad, tiene que disponer de una enorme capacidad de sacrificio, valor y perseverancia.

Ser Simone Biles también necesita una estructura física compatible con lo imposible y una genética extraordinaria, pero eso solo no es suficiente. La clave para ser un prodigio hay que buscarla en la mente y la mente. Solo consigue lo irrealizable cuando duerme o cuando juega.

Mientras Simone jugaba era capaz de todo, pero cuando todo un país y el mundo entero te mira, no puedes jugar. El juego se convierte en un deber, la espontaneidad se troca en responsabilidad y la alegría en exigencia.

Siendo niña, la gimnasta ganó ocho oros mundiales consecutivos. Hoy, con 24 años y vestida de laurel escribió: «Tenemos que proteger nuestra mente y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos... me siento como si tuviera el peso del mundo sobre mi espalda».

Ese ha sido su mejor salto y la mejor lección para la familia olímpica convertida en un juego financiero. Lágrimas negras.