Comer o no carne, esa es la cuestión

Rosa Mosquera Losada DOCTORA EN CIENCIAS BIOLÓGICAS EN LA USC

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

27 jul 2021 . Actualizado a las 09:37 h.

Comer carne es un hábito humano unido a la propia condición de especie desde sus inicios. Este hábito proporciona los nutrientes necesarios para vivir y sitúa al hombre en una posición específica en la cadena alimentaria de nuestros ecosistemas en la que plantas, animales herbívoros, carnívoros y omnívoros coexisten de forma natural en un equilibrio casi perfecto.

La intensificación de nuestro sistema alimentario basado en la obtención de productos vegetales o cárnicos en pequeñas superficies gestionadas con insostenibles y grandes cantidades de fertilizantes, herbicidas y antibióticos ha ocasionado un grave desajuste en los ecosistemas naturales y está ocasionando grandes costes a nuestro sistema sanitario.

Aunque hay investigaciones en Australia, Dinamarca y Holanda que señalan a la ganadería como responsable de cerca del 26 % de los gases de efecto invernadero, lo cierto es que lo hacen extrapolando resultados obtenidos exclusivamente en sistemas intensivos de producción. Sin embargo, existen numerosas investigaciones que concluyen de forma clara que los sistemas ganaderos extensivos favorecen el secuestro de carbono en el suelo mitigando el cambio climático, incrementan la biodiversidad y protegen nuestros ecosistemas y que el carbono que emiten es el que previamente almacena la planta, por lo tanto es una fuente de energía renovable.

Pero ¿qué ocurre si dejamos de comer carne? Galicia lo tiene claro, la ausencia de ganadería extensiva en nuestro paisaje, genera acumulación de biomasa que reiteradamente arde en incendios devastadores liberando ingentes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Es por tanto nuestra responsabilidad, consumir carne para alimentarnos de forma saludable y mantener una solución natural de bienestar animal y conservación del paisaje, apoyando la labor de nuestros ganaderos que no solo nos alimentan, sino que contribuyen a reducir el riesgo de incendios, incrementar la biodiversidad, el secuestro de carbono en suelos y, en consecuencia, contribuyen a moldear la gestión del territorio de forma sostenible y mantener el paisaje del que estamos tan orgullosos.