Puño de hierro

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

M. MORALEJO

25 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El energúmeno que le arrancó el ojo de una puñetazo marrullero a un compañero en el metro de Madrid, ha sido capturado mientras pretendía huir tiñéndose el pelo de rojo y quitándose los aros de las orejas para disimular.

Se trata de un joven colombiano -podría ser de cualquier otro sitio- 19 años, enclenque y asustado que al verse increpado por no llevar la mascarilla en el metro reaccionó con una violencia que supuraba odio («El odio es la venganza del cobarde intimidado», afirmaba Bernard Shaw).

Que el muchachito llevase un puño americano calzado en la diestra viajando por el metro da medida de su miedo. Los perros miedosos son los más agresivos.

Se puede alegar que el chico es producto de una familia desestructurada, de una sociedad fallida que maltrata a los migrantes, de un trastorno mental, del consumo de estupefacientes y demás argumentos exculpatorios. Pero aún con todos esos posibles atenuantes cabe una posibilidad más cierta, que el chaval se haya curtido en mil pendencias, con antecedentes varios y buscado en varias ciudades por su manera de convivir en sociedad. Sea lo que fuere, lo cierto es que es como es y estos individuos son difícilmente reconducibles.

Raramente lo hago, pero en esta ocasión, leí los comentarios al suceso vertidos en las redes sociales y -como no- había un montón de individuos que blanqueaban los hechos apelando a los buenismos antes descritos y hasta algunos le echaban la culpa a Vox y Ayuso en un ejercicio de sin sentido tan grande como el del malandrín. A la sociedad le dan tanto miedo estos sujetos como a ellos la sociedad y tiende a concluir que estos tipos no pueden ser normales y tienen que tener alguna enfermedad. Algo rotundamente falso en la mayoría de los casos. Da miedo pensar que hay gente antisocial, imprevisible y desalmada que cometa estas tropelías sin estar tarada, pero hace décadas que la psiquiatría catalogó a estos individuos reconociendo su dificultad para recuperarlos. El mal existe y hay gente mala sin más patología que su forma de ser, y una absoluta falta de empatía por el prójimo, conviene no olvidarlo.

Frente a cobardes así, afortunadamente conviven gentes valientes como el compañero agredido, los dos senegaleses que socorrieron a Samuel o el héroe del patín de Londres que ejemplifican la frase de Confucio: «Saber qué es lo correcto y no hacerlo es la mayor cobardía». Todo lo contrario que la panda de mirones que presenciaron los hechos sin inmutarse, sin socorrer a la víctima ni perseguir al verdugo, esos cobardes que toleran la intolerancia mientras despistan la mirada en el móvil.

Puño de hierro y almas de hojalata.