El cóctel que tenía que explotar

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Pau Venteo | Europa Press

17 jul 2021 . Actualizado a las 10:07 h.

El conseller de Salud de Cataluña lo dijo así: «Las cosas no se han hecho bien». En la misma declaración confesó que había sido un error autorizar macrofestivales, aunque todos recordamos las medidas de seguridad adoptadas a la entrada del último, que reunió a decenas de miles de personas. El conseller recuerda también todas las fiestas de San Juan y sus hogueras. Ayer los jueces tuvieron que autorizar el toque de queda en Barcelona y 160 municipios más, unos seis millones de personas. Por unas fechas, ya veremos cuántas, adiós a la algarabía y a la frivolidad. Las cosas, efectivamente, se habían hecho mal.

Cataluña no es una excepción. Según su propia prensa local, hay ocho comunidades autónomas donde la velocidad de propagación del virus es superior. Ayer sabíamos que en Galicia se habían superado los mil positivos en 24 horas. La media nacional de incidencia está en 500, cifra que corresponde a los peores momentos de la pandemia. La ocupación hospitalaria crece, aunque felizmente sin las situaciones de pánico de las cuatro oleadas anteriores. Y, como aportación personal, puedo decir que en mi entorno profesional y vecinal no hay una sola familia con jóvenes veinteañeros que no tenga a alguien en cuarentena.

¿Cómo se llegó a esta situación? Lo sabemos todos: el estribillo de «el virus sigue ahí» se ha pasado por el forro. El resto ha sido una suma de errores acumulados: unos jóvenes con necesidad de superar largos y penosos confinamientos; unas excursiones de fin de curso tomadas con voluptuosidad; unos padres y abuelos que pensamos que tenían derecho después de un curso sacrificado; un Gobierno de la nación que sentía también la necesidad de proclamar su triunfo sobre la pandemia y decretó alegremente la libertad de la mascarilla en exteriores; la extensión de la psicosis de que todo había pasado; la eliminación del miedo como factor de control de excesos… Un cóctel que estaba anunciado que era explosivo y explotó.

Quiso el destino que esto coincidiera con otra circunstancia política: el Gobierno pasó página, dejó a su ministra de Sanidad negociando semana a semana con los gobiernos regionales, transmitió que las autonomías tenían recursos jurídicos suficientes y a ver quién era el gobernante regional que se prestaba a ser acusado de arruinar la modesta economía del pequeño comercio, el pequeño negocio del ocio nocturno, el turismo, la hostelería y la restauración. A ese festival solo le faltaba la bomba de palenque del Constitucional. Ahora no es que los gobiernos regionales tengan o no tengan recursos jurídicos. Es que no se sabe cuál debe ser el recurso jurídico del Gobierno central. Ha sido la tormenta perfecta. Menos mal que está vacunada la mitad de la población. Ahora solo nos queda rezar para que no caigamos los vacunados, que bastantes empezaron a caer. Y no son jovencitos del macrofestival.