Nadie es corrupto

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

MERCE ARES

10 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

O por otro decir, al parecer no existe la corrupción. Viene ello a cuento por la publicación de un libro en forma de entrevista del escritor y político Vicenç Villatoro a Jordi Pujol i Soley: Entre el dolor i l'esperança, donde Pujol se reivindica libre de corrupción: «Es verdad que estoy imputado, pero sin ningún tipo de prueba que me involucre en hechos de corrupción. Yo no soy un corrupto». Siete años después de «hacer» confesión pública de «la manda» andorrana y oculta de su padre por valor de unos cuantos millones.

A esta reivindicación de Pujol se puede sumar el rey emérito, que tampoco es corrupto, ni siquiera está imputado. Otro recorrido en la corrupción tienen Rodrigo Rato y todos los condenados en el ya sentenciado caso Gürtel o en el caso de los ERE andaluces. Quizá lo que llegue del Madrid de Esperanza Aguirre o los casos de Bárcenas o Zaplana, e incluso algo como la Kitchen y los 71 policías enredados en ella y a quienes nadie mandaba, mismo con la señora Cospedal ya imputada. Algo parecido a lo sucedido en sede judicial con las cargas policiales del 1 de octubre en Barcelona, que aún no se sabe quién las ordenó, si un coronel, un secretario de Estado o un ministro.

Pujol y su familia no son los únicos enredados en tales lides, pero sí los que tuvieron la habilidad de hacer confesión pública sobre una parte del origen de su fortuna en el extranjero, e incluso comparecer en sede parlamentaria para hacerse comprender. Pero donde, al igual que lo sucedido en el caso de Banca Catalana, no faltaron quienes, amparados en los enredos del muy pío ministro Fernández, con el comisario Villarejo y los suyos acompañando en la trama, hicieron más aceptable o increíble para los catalanes tal corrupción, ayudados por la ineficacia judicial y unos poderes públicos débiles con los suyos. La penúltima fase de la estrategia de Pujol para mejorar su honra es esta publicación con un escritor afín a su política. Estrategia que no le quita valor al papel político de Pujol en el franquismo, en la Transición, la configuración del Estado, el golpe de Estado de 1981 y, sobre todo, en la reformulación del imaginario de Cataluña y de sus clases dirigentes. Un libro donde en buen uso de sus capacidades políticas sobresalientes Jordi Pujol, sintiéndose casi perdonado, propone la vuelta al Estatuto del 2006 y mirar hacia Canadá o el País Vasco. Negando ser él mismo independentista.

Pero si ustedes quieren aproximarse a una parte de esta realidad turbia que nos ha tocado vivir no olviden repasar El hijo del chófer, de Jordi Amat, y estén atentos a las sucesivas transfiguraciones que caben en la vida pública y en la política, donde el español del año podría ser de nuevo el molt honorable Jordi Pujol i Soley. Capacidad política y estrategia no le faltan, inteligente desvergüenza tampoco.