La utilidad social del perdón

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

David Zorrakino | Europa Press

01 jun 2021 . Actualizado a las 08:47 h.

El señor Ábalos, que funciona como un vicepresidente efectivo para asuntos poco defendibles, ha hecho una petición razonable: que Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, asuma una parte del precio de los indultos, igual que Pedro Sánchez está dispuesto a asumir la suya. Lo que ocurre es que nadie sabe cuál será ese precio. Puede ser la gloria si el perdón consigue aliviar el llamado conflicto catalán. Pero puede ser un histórico castigo en las urnas y la expulsión de la Moncloa si ocurre lo contrario, el conflicto se complica, la tensión aumenta, el Estado queda en ridículo y la Justicia, pilar de ese Estado, queda deteriorada. Si alguien cree que el independentismo no jugará a eso, es que no lo conoce o no vive en este país. El señor Aragonès puede tener muy buena voluntad, cosa que habrá que demostrar, pero el tinglado separatista está en otra cosa. Los indultos les importan un pimiento. Les importa el objetivo para el que están en este mundo y no es otro que la República Catalana.

Por eso, ya que la decisión de indultar parece ya irrevocable, yo le haría otra petición al señor Aragonès: que tenga un gesto, una palabra amable, un mínimo testimonio de reconocimiento al presidente español. Si cree tanto como dice en la mesa de diálogo cuya constitución pide cada día, ayudaría a que las medidas de gracia no tuvieran tanto rechazo en la sociedad española. Y a don Pedro Sánchez, cuya cabeza echa humo estos días pensando en cómo vende esta decisión con algo más que la palabra «concordia», le daría un mínimo consejo: si está convencido de que los indultos son una vía de solución, fírmelos. Pero no lo haga pensando en los partidos independentistas, a los que no va a convencer de nada. Hágalo pensando en un objetivo deseable: que la bondad que demuestra tenga efectos en el conjunto de la sociedad catalana.

¿Qué quiero decir? Quiero decir que los indultos solo son defendibles, incluso entendibles, si consiguen frenar el crecimiento del independentismo. No terminar con él, que eso es imposible, sino detener su crecimiento, porque está a punto de conseguir la mayoría social que haga inevitable la independencia. Lo visto desde la sentencia del Tribunal Supremo es que tener a los líderes del procés en prisión tuvo un efecto negativo: sirvió para dar oxígeno y aglutinar al movimiento separatista. Con su habilidad manipuladora, los convirtió en presos políticos y en ejemplo máximo de la represión del Estado. Lejos de asustarse, esos mismos presos mantuvieron alta la moral de sus seguidores al asegurar que «lo volveremos a hacer». Si se termina con esa imagen en la sociedad catalana -y algo muy importante, sin trasladar la sensación de que la Justicia se excedió en las condenas-, perdonar habrá servido de algo. Esa es la utilidad social que yo veo. Lo que ocurre es que para un gobernante es muy difícil de explicar.