España huele a cambio sutil

OPINIÓN

POOL MONCLOA / BORJA PUIG DE LA

27 may 2021 . Actualizado a las 09:39 h.

Con permiso de Cicerón, Demóstenes y Quintiliano, le debemos a Pedro Abelardo -profesor de la Sorbona nacido en 1079 y fallecido 1142, y protagonista, con su amada Eloísa, de las tertulias de famoseo con mayor audiencia del siglo XII- el más atinado principio retórico de todos los tiempos, aunque, humilde como todos los sabios, renunció a apropiárselo, y lo citó como un refrán. Figura en la primera línea de su Apología, o Confesión de fe, escrita hacia 1140, y dice así: «Nada hay tan bien dicho que no pueda ser mal interpretado».

Por eso, advertido por Abelardo, quiero sugerirles que no pierdan el tiempo en interpretarme mal, porque sé que entre los planes de Sánchez está el plausible sueño de recibir el año 2024 en el palacio de la Moncloa, augurio que puede cumplirse, con elevada probabilidad, si ERC y Bildu no le fallan. Pero no por eso me voy a privar de decirles que el fantasma de los cambios sutiles ya recorre España. Porque así lo indica la media ponderada de las encuestas de opinión realizadas en los últimos meses, y así lo ratifica el sabio Tezanos con sus calculados silencios y sus ácidas irrupciones. Aunque de todos es sabido que la principal característica del futuro es que no está escrito.

Si alguien hablase, hace solo tres meses, de la remota posibilidad de que una mayoría de derechas desplazase del poder a Pedro Sánchez, buena parte del electorado español se partiría de risa, porque aún estaba vigente el dogma de que en España solo había dos partidos capaces de gobernar -«PSOE y PSOE», en palabras del presidente del Gobierno-, y que la inmunidad de Sánchez frente a todas las pestes y males estaba más garantizada por la estupidez basal del «es lo que hay» que por la fe en el santo advenimiento del «horizonte 2050». La profecía más aceptada hace 90 días era que los movimientos sísmicos solo se producen fuera de Europa, que a Casado le quedaba más mili que al Capitán Trueno, y que Iván Redondo sabía más que el mago Merlín y no se iba a dejar sorprender por un puñado de aficionados.

Pero, contra todo pronóstico, se produjo el terremoto político de Madrid, de magnitud 9 en la escala Richter, que removió los cimientos de la dogmática oficial y convenció a millones de ciudadanos, e incluso al autócrata marroquí, de que «todo lo que sube baja», y «no hay mal que cien años dure». Y todos los sondeos serios empezaron a detectar un riesgo significativo -que así enfriamos los politólogos los pronósticos temerarios- de que colapse «el régimen». Y yo, ¿qué opino?

Creo que Sánchez pasará en la Moncloa el día de Reyes del 2024. Su apuesta consiste en enrocarse sobre la mayoría de investidura -sin presupuestos, ni reformas fiscales, ni paraísos solidarios, ni freno a la deuda y al déficit-, y dejar que gobiernen los expertos, los jueces, los profesores, los independentistas, las ONG y la Unión Europea. Porque ya sabe, por boca de Iván Redondo -que plagió a GAD3- que todo ha cambiado, y que, si adelanta las elecciones, como tenía previsto, las pierde.