¿Subida fiscal o una errata que nadie se cree?

María Cadaval Sampedro PROFESORA DE ECONOMÍA APLICADA EN LA USC Y DIRECTORA DE LA CÁTEDRA IBEROAMERICANA

OPINIÓN

09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El maná europeo no está exento de contraprestación. Es sabido que el acceso a los fondos exige profundizar en varias reformas, entre la que destaca la fiscal, la laboral o la de pensiones, como recoge el plan que el pasado 30 de abril el Ejecutivo remitió a Bruselas, en el que hay, además de inversiones, múltiples ajustes. Entre estos, los que más polvareda han levantado son los relacionados con las intenciones del Gobierno de mudar la fiscalidad. Al lado de propuestas sensatas como la de apostar por la fiscalidad verde o alinear el Impuesto de Sociedades con la corriente global, se contemplan otras que, cuanto menos, son discutibles. Una de ellas es la paulatina desaparición de la reducción por tributación conjunta que, a día de hoy, pivota entre los 3.400 euros para unidades formadas por los cónyuges e hijos, y los 2.150 euros para las familias monoparentales.

Entre los argumentos a favor de su eliminación puede decirse que es una figura extemporánea y antigua, propia de otro tiempo en el que predominaban los matrimonios tradicionales frente a otras formas de familia. Está también la idea -que defiende la Airef y secunda el Gobierno- de que supone un desincentivo a la presencia de la mujer en el mercado laboral, aunque esto, a mi modo de ver, está por probar. De lo que no hay ninguna duda es que, de llevarse a cabo de manera inmediata la supresión de la reducción por declaración conjunta perjudicaría, y mucho, a los hogares con rentas medias y bajas. Afectaría, en tres de cada cuatro casos, a los núcleos familiares que suman una renta bruta anual inferior a los 35.000 euros y, sobre todo, al millón de familias cuyos ingresos oscilan entre los 12.000 y los 21.000 euros. Una subida de entre 650-1.500 euros anuales que supondría un hachazo fiscal injustificable para los más desfavorecidos.

Pero no se aflijan los aludidos, no se trata de una subida fiscal sino solo de una «errata dentro del cuerpo del plan», según afirmó la ministra Calviño. Menos mal, porque lo propio sería esperar a que el grupo de expertos designados para diagnosticar los agujeros del sistema fiscal se pronuncien y planteen una reforma coherente que elimine las múltiples inequidades del sistema. Es probable que se acabe acometiendo una reforma en este sentido, en línea con lo que han hecho otros países, pero debe ser paulatina, con un régimen transitorio amplio y acompañada de un plan serio de incentivos para la incorporación de la mujer al mercado laboral. Porque, como escribió recientemente Paul Krugman, «hay que actuar sobre el sistema fiscal, los impuestos no destruyen empleo, lo hace la falta de servicios para la conciliación». Pues eso.