De los aplausos a la difamación

Susana Aldecoa LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

María Pedreda

06 may 2021 . Actualizado a las 09:59 h.

El martes 4 de mayo La Voz de Galicia publicó los siguientes titulares: «El 60 % de las consultas en atención primaria deberán ser presenciales. La espera de los pacientes no podrá exceder de los cuatro días. Los médicos que vuelvan a ver enfermos cobrarán un incentivo». Soy médica de familia y estoy indignada. Es un titular que nos denigra. Consultado el periódico, me informa de que el titular responde a los acuerdos de gestión que redacta la Consellería de Sanidade

El Servicio Galego de Saúde dispone de un instrumento de gestión llamado AdX. Lo que en su momento tenía como objetivo buscar mejoras del funcionamiento de los servicios de atención primaria, la calidad, la mejora de la cartera de servicios, la prescripción eficiente, por poner algunos ejemplos, se ha convertido en un insulto para los profesionales. Es una forma de evaluación de objetivos que no busca mejora alguna, y ya no se acuerda, se impone. El mejor ejemplo del ninguneo al que son sometidos los jefes de servicio. Están relacionados con el complemento de productividad variable, no son un incentivo, son parte del salario. Y son claves para la consecución de la carrera profesional, el mayor de los absurdos.

Antes de la pandemia, la situación de la atención primaria era crítica, como veníamos denunciando, como se reconocía a nivel de instituciones europeas, estatales y, cuando no quedó más remedio porque números cantan, a nivel autonómico. La pandemia agravó la situación de falta de inversión y de recursos hasta límites insoportables. Solo la profesionalidad y el compromiso de los trabajadores sanitarios de atención primaria, solo su implicación, permitió sobrellevar esta crisis en una situación de extrema tensión. El control de la demanda asistencial fue imprescindible. Permitió mantener el contacto con nuestros pacientes, atender a los contagiados por coronavirus, vigilar, contener, informar, cuidar, y hacerlo con las mínimas condiciones de seguridad en los centros de trabajo, para los trabajadores y sobre todo para los pacientes.

El problema no es la atención telefónica si va seguida de forma inmediata de atención presencial justificada. El problema es que existen listas de espera en atención primaria. Ya existían antes de la pandemia y se agravan cada vez más. Las causas, una y otra vez denunciadas por los profesionales, son la plantilla insuficiente para las crecientes necesidades sanitarias de una población envejecida, la falta de cobertura de personal, la falta de previsión del necesario recambio generacional, el insuficiente desarrollo de las competencias profesionales de otros colectivos sanitarios, la creciente dificultad de acceso al nivel hospitalario que estanca a los pacientes en las consultas de atención primaria en espera de pruebas, intervenciones o atención compleja, en definitiva, la falta de inversión. Se ocultaron, se negaron, pero ya no hay forma de ocultarlas. Aguantamos todo esto trabajando por encima de jornada, improvisando protocolos clínicos, circuitos de atención, soportando el ninguneo de la atención hospitalaria, que incomprensiblemente no apoyó nuestro esfuerzo. Atendimos al 80 % de los pacientes de covid, controlamos los aislamientos, rastreamos contactos.

¿Con qué falta de vergüenza se atreven a decir que «los que volvamos a ver enfermos…». Es desolador. Estamos cansados, de trabajar en jornadas maratonianas, interminables, con incertidumbre, con falta de reconocimiento e incluso de respeto, con una mala explicación del funcionamiento en pandemia a los ciudadanos que muchas veces piensan «¡que estamos cerrados!», pero esto ya no es tolerable.

Las demoras se resuelven con la inversión que durante tantos años alimentó a los hospitales, no se resuelven con agendas. La falta de accesibilidad se resuelve con modernización del modelo de atención primaria, no volviendo a la inmediatez mal gestionada ni a la venta política de la sanidad como bien de consumo. La calidad se recupera con tiempo de atención adecuado, no con agendas que crecen sin límite, que ya eran insostenibles antes de la pandemia.

Quédense sus incentivos, quédense con nuestro salario. Exigimos dignidad y respeto. Exigimos medios. Exigimos una rectificación y una disculpa. Solo queda tiempo para la privatización que se alimenta de nuestra ruina.