Él no pisó la Luna

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

NASA

05 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Michael Collins se fue a la Luna y no la pisó. Dedicó 76 horas a recorrer 386.000 kilómetros y al llegar se quedó dentro de la nave, más solo que la Luna durante veinte horas, mientras Aldrin y Armstrong daban pequeños pasos para el hombre y grandes para la humanidad. Sus necrológicas resaltaron estos días su humildad, su elegancia y una complexión emocional fabulosa para saberse sin hundirse el hombre más solitario del planeta, una plusmarca que se labró mientras fotografiaba a sus dos compañeros, la Tierra al fondo y él convertido en el único ser vivo conocido que se quedaba fuera del foco. Fue el primer periodista interestelar, el autor de aquella primera crónica desde las estrellas, telegráfica y precisa, con los dos ingredientes básicos de toda buena historia, información y emoción: «Todo va a la perfección. ¡Hermoso!»

Collins es el epítome de un tipo de ser humano demodé, ese que lleva los mandos, conduce a los pasajeros a la gloria y se queda en la trastienda mientras los otros se sacan brillo y parlotean con la historia. Tantos años después de su viaje del 69, la humanidad que él vio desde el Apollo aspira a ser más Armstrong, el astronauta, cuyo epitafio sale cada noche cuando se pone el sol y lo veremos caminando sobre polvo lunar hasta el final de los tiempos. Pero sin Collins vigilando ese paseo habría sido un via crucis. Hay Collins y Armstrong en cada cartel electoral pero también en cada familia, en cada cuadrilla de camaradas y en cada organización criminal. Puede que también en cada pareja, hasta hace cinco minutos ellos brillando con los zapatos pulidos en betún y ellas a los mandos de la vida real, la que transcurría en la sala de máquinas cuando los focos se apagaban. Sin los Collins, ningún Armstrong habría pisado la Luna.