Al fin, un acuerdo

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

E. Parra. POOL

18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la aprobación en el Congreso de la ley integral de protección a la infancia, España vuelve a marcar el paso a los países más avanzados, como ya hizo con la eutanasia, violencia de género, igualdad y matrimonio homosexual. Pero resulta tan llamativo como doloroso, que los resultados del acuerdo, que algunos aseguran que convierte a nuestro país en referencia mundial, hayan pasado inmediatamente a un segundo plano ante el respaldo alcanzado de una amplísima mayoría parlamentaria, de la que únicamente se descolgaron PNV y el facherío.

Lo noticiable de este acuerdo, sobre todo el apoyo de los populares, que destaca por encima del logro, debería de abochornarnos. Que un país se sorprenda de una alianza parlamentaria no acredita precisamente a quienes están obligados a alcanzarla. La excepcionalidad no puede nunca ser la norma que rija los destinos de una sociedad; aunque aquí nos hayamos habituado a ella.

Pero es que desde la reforma laboral a la renovación del CGPJ, al reparto de los fondos europeos, o a la aprobación del estado de alarma, por citar solo algunos, nos acostumbraron a vivir en un campo embarrado en el que normalizó la confrontación y el insulto. Es curioso ver cómo en la ya larga lucha contra la pandemia, en muchos casos fueron más noticiables las discusiones políticas en torno a ella que la propia batalla. El comportamiento y lenguaje del triumpismo, del que tanto renegamos ha invadido en los últimos tiempos nuestras vidas.

Por eso que, después de la infinidad de capítulos de boicots, rechazos, desencuentros y peleas debamos aplaudir, hasta con las orejas, el consenso para sacar adelante una ley que se antoja fundamental para que niños y adolescentes tengan amparo ante cualquier todo de acoso y violencia y que reciban la protección y el respeto que se merece. Y al tiempo que celebramos la nueva ley deberíamos festejar el apoyo de populares y otras fuerzas a la iniciativa, que ha dejado en segundo plano el acuerdo en sí. Pero no lo vamos a hacer. Porque sabemos que la armonía entre nuestros mandarines resulta inviable. Una utopía. Porque viven permanentemente peleados con la sensatez y el sentido de Estado.