Plan Sánchez: belleza en cinco años

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Jesús Hellín | Europa Press

14 abr 2021 . Actualizado a las 09:21 h.

Va de presentaciones. Una por día, hasta la presentación final, cuando terminen las aguas de abril. La primera fue el lunes, cuando el presidente Sánchez hizo sonar toda su trompetería para anunciar este objetivo: «Convertir a España en líder mundial del progreso y del bienestar». La segunda fue ayer, tras el Consejo de Ministros, para añadir otra grandeza: el plan «más ambicioso y trascendental de la historia económica reciente de España, la mayor oportunidad desde la entrada en la Unión Europea». La tercera será hoy, en el Congreso, donde ya ignoro cuáles serán los grandilocuentes términos de ensalzamiento. Y la cuarta, como digo, a finales de abril, cuando todo esté en condiciones de presentarse en Bruselas.

Estamos hablando, naturalmente, del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Reino de España. Según la oposición, elaborado sin debate político. Según el presidente, elaborado con mucha colaboración y consensuado con quienes apuestan por la modernización del país. A juzgar por las críticas del PP, se nota que este partido no merece la consideración de modernizador en la Moncloa. Sí tienen esa categoría la formación de Unidas Podemos, como socia, los sindicatos y quizá la patronal.

A partir de ahora, la división entre progresistas y conservadores debe ser cambiada por la división entre modernizadores y retrógrados. O algo así. Medido al peso, el «Plan Sánchez» es muy descomunal. Ya hemos señalado la trascendencia que le dan las palabras. Ahora tenemos los números, que no son menores: 212 medidas, 110 para inversiones y 102 para reformas. De estas últimas, una veintena pueden cambiar el país. Y, dentro de ellas, hay tres que traerán lío: la contrarreforma laboral, la reforma fiscal y las pensiones. Efectivamente, nunca un proyecto gubernamental quiso ser tan ambicioso y nunca un programa de actuación pudo ser calificado como «proyecto de país» desde que se elaboró la Constitución.

Nadie puede poner grandes objeciones a un papel que habla de creación de 800.000 empleos -los mismos que prometió Felipe González en 1982, debe de ser una cifra mágica para socialistas-, ni a la meta de eliminar las brechas sociales, ni a la «revolución» en las administraciones públicas, ni a las transformaciones ecológica y digital, ni a la igualdad de género, ni a la cohesión territorial. Son las aspiraciones de cualquier gobernante, sin necesidad de militar en la izquierda. Si todo se consigue con los 140.000 millones de euros de los fondos europeos, bendita sea la Unión, bendito el Banco Central y bendita la señora Merkel. Ya solo nos falta poder bendecir a los políticos españoles, que son otro cantar. Por el momento solo digo: si Pedro Sánchez consigue ejecutar ese plan, pasará a la historia. Si, encima, lo hace con el beneplácito del PP, Podemos y los nacionalistas, empezaremos a hablar del «milagro Sánchez».