Murcia deseada

Francisco Martelo EN LÍNEA

OPINIÓN

ASAMBLEA REGIONAL DE MURCIA

07 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las experiencias más agradables de mi vida profesional fue poner en marcha, durante dos años, la Unidad de Grandes Quemados del Hospital Virgen de la Arrixaca de la Seguridad Social en Murcia, a finales de los setenta. Allí, la frecuencia de las quemaduras era muy alta, por la lumbre baja, habitual en el campo, para cocinar y para calentarse en las barracas y por la presencia de dispositivos de agua caliente utilizados en las fábricas para el enlatado de los productos de la huerta. Se quema más la pobre gente, que demasiadas veces coincide con la gente pobre. Me fui con el susto en el cuerpo, por las informaciones nefastas que me llegaban sobre los murcianos. Solo el reto de un encandilador proyecto y el apoyo de mi mujer, conocedora de mis sueños, lo consiguieron.

Me encontré un área urbana pequeña, capital de un ayuntamiento muy grande formado por muchas poblaciones, las pedanías, en un valle enmarcado por dos ríos secos en verano y a reventar en tiempo de lluvia. Tierra llana, las zonas altas con almendros, las bajas con los deliciosos productos de la huerta protegidos del frío y del sol por sus amigos mayores los naranjos.

Mis referencias, leyenda negra. Pronto me di cuenta de que era gente hospitalaria, abierta, capaz de compartir lo suyo antes de pedirte nada y con ganas de que te sintieras como un lugareño más. Primaba la presencia en la calle. Un canto a la libertad y a la evasión de los compromisos marcados a golpe de reloj; no como irresponsabilidad, sino como terapia psíquica. Son capaces de realizar el trabajo desde la excelencia, pero marcando su propio paso. En el hospital aparecía el gran apego de las familias a los pacientes y a los profesionales sanitarios; la mayoría, muy jóvenes, eran portadores de una gran capacidad y una enorme ilusión. Han llegado a convertir el centro en uno de los mejores hospitales del país.

La oferta turística, como siempre, tiene como peana la historia. Muestra el fecundo discurrir de una población inicialmente musulmana convertida en reino cristiano a finales del siglo XIII. Lo consiguió Jaime I el Conquistador, llamado por su hija Violante, esposa de Alfonso X, para sofocar la rebelión mudéjar en un territorio árabe semiindependiente gobernado por el emir Baha al-Dawla, políticamente vasallo de Castilla, para protegerse de sus iguales musulmanes. Juego de tronos; mejor, enredo de señores para mantenerse en el poder. Alianzas con el enemigo para librase de los amigos. No había pandemia, la terrible peste negra apareció un siglo después.

Superada la miseria de tantos siglos, nuestros dirigentes han querido volver al teatro murciano. Parecen más mediocres, pero con las mismas ambiciones, que les hacen olvidar la peste actual que nos viste de luto. En nuestro sainete podríamos buscar al conquistador, decidir quién es el emir, si alguien pudiera parecerse a un sabio y santo como Alfonso X, quién hace de la reina Violante y quiénes son los cristianos y los mudéjares. Da la impresión que los que hacen de pueblo dan la talla, pero no sé dejen engañar por los que hacen de líderes irresponsables.