De camas y bizcochos

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

14 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Yo, no sé si lo saben ustedes, hago bizcochos. Un par de veces a la semana, cojo dos huevos, harina, azúcar, un yogur, ralladura de limón, un poco de aceite, levadura para que suba... y al horno. Y sin falsa modestia les diré que me sale muy rico. Pero, ay, el bizcocho es muy falso y, haciendo siempre lo mismo, unos días se quema y otros no sube, o, lo que es peor aún, sube y al sacarlo del horno se baja. El bizcocho es tan imprevisible como la política de este país, que mezclas al PP, a Ciudadanos, al PSOE y a Podemos y no sabes si van a subir o se van a quemar. 

A principios del siglo XX, un francés llamado Marcel Proust, mientras se libraban sangrientas batallas en las trincheras de Somme, se metió en la cama, asmático y deprimido, y permaneció acostado quince años. Proust solo salió de allí al cementerio, con los pies por delante. Dejaba siete tomos de una de las obras más admiradas de la literatura universal, y, en ella, la inacabable descripción del olor de una magdalena.

La magdalena de Proust entre los escritores se cita con cierta sorna, todo hay que decirlo. Pero el estilo de frase larga y lenta del francés influyó decisivamente en muchos autores posteriores, como, entre nosotros, el académico Antonio Muñoz Molina.

Lo de la cama lo imitaría después el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, que, a la manera de Faulkner, se convertiría en uno de los más grandes autores de la literatura española.

A lo mejor, al leer esto, los políticos se dedican a hacer bizcochos y se meten en la cama.