«E la nave va»

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Ángel Manso

28 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Llega el sol para calentar esas zonas más recónditas del alma que poco a poco han ido poblándose por los líquenes de abandono y el musgo de la desesperanza. Tantos meses de alejamiento y miedo y prevención. Tantos meses de caminar manteniendo las distancias, de torcer la cara a respiraciones ajenas, como si respirar, oxigenar la sangre, mantener el corazón latiendo, fuese un acto grosero o egoísta. La luz del sol, el aire salado del Atlántico, nos traen los recuerdos del verano cuando todavía era playa y familia y amigos, y el calor refractario de la piel en los atardeceres en que el sol se despide cansado y se desparrama como hierro fundido, y nos bebemos nuestra cerveza como un regalo. Los momentos de hedonismo heroico e implacable, sin precios que pagar. La crátera del vino de la Odisea. Por eso es tan valioso el sol de estos días, porque es como un anuncio de lo que vuelve, y, en contra de lo que pone en la puerta de infierno de Dante, nos dice «recuperad toda esperanza». Que no es el trágico sol del último día de la vida de Machado. Que desmiente el lema del miércoles de ceniza, el sol que recuerda que eres vida y que la vida sigue a pesar de las miles de muertes que ha dejado esa extraña y microscópica infección universal. Como una tercera guerra mundial sin enemigo. Por eso, mientras escribo esto y el sol entra por la ventana, recuerdo los versos de Quevedo que refutan aquellas palabras siniestras de las oraciones de difuntos porque dicen «polvo serán, más polvo enamorado».