Cataluña

Eduardo Vázquez Martul AL DÍA

OPINIÓN

David Zorrakino | Europa Press

20 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando el ciudadano no participa en la res publica algo va mal, y esa es la explicación de que solo el 53 % de los catalanes cumplieron con su obligación. Para un político que se precie la abstención es el mayor fracaso y no le echemos la culpa a la pandemia, a la lluvia o a las inclemencias del tiempo. Solo los ciegos o políticos de bajo nivel pueden sacar pecho ante aquellos resultados en donde la abstención ocupa un rango considerable. Analizando las elecciones celebradas en Cataluña y tomando como media aceptable un 75 % de participación, quiere decir que casi un 25 % dijeron no a la política y es de brujos adivinar a quiénes votarían, aunque aplicando el sentido común no sería atrevido pensar que los separatistas, muy movilizados, no han sido los que se quedaron en casa estimulando a su vez el voto de los unionistas de Vox, hecho que solo ha ocurrido en Cataluña, contrariamente al País Vasco o Galicia. Seguro que los politólogos ya tienen tema, pero está claro que los extremos se retroalimentan. Sin duda alguien dirá que el seny tan de Cataluña ha votado PSOE para impedir los extremos y forzar un pacto, que debería ser un gran pacto de Estado que rescate del tiempo perdido y del alejamiento a Cataluña, tras el castigo sufrido por Cs y PP por políticas equivocadas. Pero no nos engañemos, la democracia son los votos emitidos y el independentismo ha sumado más del 50 % raspado, aunque fuese con solo un 53 % de participación, hecho que deberán tener en cuenta unos políticos que tienen la obligación de renovar las ilusiones perdidas de los ciudadanos que se quedaron en casa. Es evidente que este separatismo atípico -y tan atípico-, que surge de una derecha burguesa, apoyado en un ultranacionalismo catalán y al mismo tiempo maquillado con cierto pensamiento anarquista, es decir, disfrazado de izquierdas, no creo que represente a todo el pueblo catalán, y esto un gran tema de debate, aunque insisto en que las reglas de la democracia son claras, el voto es lo que cuenta. El problema viene a partir de ahora, ya que el voto capacita para gobernar y difícil será hacerlo con inteligencia cuando las emociones y los sentimientos agitan las banderas, sobre todo las atípicas.