Casado se instala en el fracaso

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

Toni Albir

15 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Podemos hacer múltiples interpretaciones de los resultados electorales de ayer, desde el relativo éxito de Illa, a las cábalas sobre el nuevo gobierno, al peso del voto constitucionalista y, también, podemos analizar lo acontecido en clave de lo que sucede en el centroderecha español. Se ha puesto de manifiesto la situación de ruina en la que se encuentra este espectro electoral en España y, especialmente, el Partido Popular.

La era Casado navega sobre la ola del fracaso con un empecinamiento en los errores impropios de alguien con categoría para dirigir un partido político de especial trascendencia para la vida política española. De sorprendente y patética se puede calificar la imagen del joven líder de los populares, que a lo largo de la campaña ha sido capaz de interiorizar parte del discurso independentista de 1-0. Su reconocimiento tácito de cierta brutalidad policial ha sido la prueba definitiva de un capitán que lleva el barco a la deriva y que se ha dejado adelantar por los ultras, quienes lo único que han hecho es mantenerse en sus posiciones radicales y recoger encantados el regalo que se les ha ofrecido desde la calle Génova. Así, los de Abascal se han convertido en la cuarta fuerza política de Cataluña, sin un extraordinario peso en escaños, pero con doscientos mil votos del ala. Mientras, el PP se instala en la irrelevancia con solo tres diputados. Gracias a Casado, la espectacular entrada de Vox en el Parlament augura grandes días de gloria en una sociedad ya de por sí enfrentada. Es fácil imaginar lo que puede suceder en los careos parlamentarios entre los ultras de Abascal y los seres extraños de la CUP. Definitivamente, el dirigente popular tiró a la basura la oportunidad que le dio Feijoo de aprender cómo contener la entrada de Vox. Galicia se ha convertido en una isla dentro de España, en lugar de haber sido la referencia para su partido.

Casado ya ha tenido muchas más oportunidades que un entrenador de fútbol al que le meten goleada tras goleada. No ha sabido establecer un discurso sólido, solvente y constructivo alrededor del cual puedan sumarse todas las sensibilidades de la derecha y del centro. Hoy en día no está clara la utilidad de votar al PP y, sobre todo, no está claro el para qué. Porque no está nada claro que el líder tenga un plan. Y cuando el general no sabe qué hacer, la tropa tampoco sabe obedecer. No hay una sola razón inteligente por la que seguir a Casado, cuya mayor firmeza es el paso que lleva hacia el desastre.

La patada que Cataluña le ha dado debería de servir para que en su partido vuelva el ruido de sables y se forme de una vez una alternativa seria, capaz de recuperar la fortaleza de una formación que necesita romper de una vez con sus fantasmas corruptos del pasado y ofrecer a España una opción de alternancia creíble que serviría, incluso, para moderar a un Pedro Sánchez atrapado en las garras de Pablo Iglesias, Rufián y Otegi.

Por otro lado está el papelón de Ciudadanos, que pasa de 36 a 6 escaños. Todo un máster de cómo morir de éxito y dilapidar en cuatro días el liderazgo en Cataluña. Enhorabuena a Albert Rivera y a Inés Arrimadas.

En cuanto a Illa, o bien Pedro Sánchez o bien Iván Redondo, tuvieron buena intuición sobre las posibilidades de éxito del extitular de Sanidad. Fue un mal ministro, pero, cosas de la vida y de nuestra sociedad, ha resultado ser un buen candidato. Illa no va a gobernar, pero se ha metido en medio del jaleo independentista y no parece que vaya a sufrir la volatilidad de Ciudadanos.

Y otra cuestión que no es baladí es el triunfo en escaños de los independentistas (en voto no llegaron al 49 %). Seguramente, formarán gobierno entre ellos y Cataluña seguirá despeñándose por el abismo sin nadie que se dedique a gobernar, porque a ellos solo les ocupa su quimera favorita.