El precio de gobernar sin siglas

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Moncloa Palace

24 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie, ni su mayor crítico, podría haberlo expresado mejor. «Las siglas que le importan a este Gobierno son las de los PGE (Presupuestos Generales del Estado)». Nada más. Es decir, ni EH Bildu, ni ERC, ni PNV, ni Ciudadanos, ni PDeCAT, ni Más País, ni Compromís, ni PRC, ni Teruel Existe, ni Nueva Canarias, que conforman la ensalada que le ha dado al Gobierno 198 votos para tramitar sus Presupuestos, le importan nada a Pedro Sánchez. Tampoco le importan las siglas de ETA ni las de las asociaciones de víctimas porque, como ya ha explicado en su epístola a los militantes socialistas, esos son «asuntos del pasado» que «no figuran por fortuna desde hace años entre los problemas de España y los españoles». Por no importarle, a Sánchez tampoco le importan las siglas del PSOE, partido en el que, según nos ha informado la estadista Adriana Lastra, hay demasiado abuelo cebolleta contando batallitas de la Transición, la concordia, la unidad de España, la exigencia de que los terroristas pidan perdón a las víctimas y rollos así. «Puro populismo reaccionario», en palabras del jefe del Gobierno.

Aunque hay que agradecerle a Sánchez su franqueza, podría haber sido incluso más claro y directo a la hora de difundir su mensaje. Le sugerimos esta formulación en próximas comparecencias: «Aquí lo único que importa es que yo siga siendo presidente, y da igual con qué socios, con qué votos, con qué Presupuestos, con qué políticas y a costa de qué concesiones». Y, a continuación, Lastra y Ábalos podrían comparecer en público para decirle: «Presidente, todos somos contingentes, pero tú eres necesario». Y ya tendríamos así completo el cuadro de esta España en la que los ciudadanos tienen que darle gracias a Sánchez cada día por el hecho de que amanezca, que no es poco.

La estrategia del todo vale con la que gobierna el líder del PSOE conduce a ignominias como la de que un terrorista condenado por secuestro como Otegi anuncie que EH Bildu -o «ese partido del que usted me habla», en la jerga del presidente- votará a favor de los Presupuestos para «abrir una ventana de oportunidad a la democratización de España». A que se haga una reforma ad hoc del Código Penal para sacar a la calle a los presos del procés. A que el español deje de ser lengua común de todos los alumnos de España, o al esperpento de que Unidas Podemos enmiende los Presupuestos de un Gobierno del que forma parte para imponer su criterio. Esa es la herencia que deja esta negociación y el precio que pagan todos los españoles para que Sánchez tenga sus PGE como regalo de Navidad.

A nadie debería extrañarle, sin embargo, que una vez atornillado al poder gracias a unas cuentas públicas pactadas con populistas e independentistas, y que le garantizan acabar la legislatura, Sánchez dé un giro, deje a sus socios colgados de la brocha y pacte con el PP la renovación del Consejo General del Poder Judicial y las reformas económicas necesarias que le exige la Unión Europea. Las siglas no importan. Se trata de alcanzar el poder y mantenerlo a toda costa. No es nada personal, son solo negocios.