En los últimos tiempos se ha puesto claramente de manifiesto la importante demanda informativa sobre ciencia por parte de la sociedad. El gran varapalo que hemos sufrido como consecuencia de la pandemia de covid-19 nos ha cogido desprevenidos e indefensos, y esto ha supuesto un antes y un después en relación al incremento en la exigencia de información científica. También se ha confirmado la necesidad de un cambio profundo en el sistema educativo que favorezca una adecuada y más completa formación científica desde temprana edad, lo que redundará en un ciudadano empoderado y con mayor capacidad crítica. En definitiva, en un ciudadano más libre.
Sin duda, la implicación de los científicos en el proceso de divulgación científica es cada vez más notoria y relevante. En la actualidad, una de las mayores controversias existentes se encuentra en el papel e implicación de los expertos científicos en la toma de decisiones. Si bien es cierto que es necesario contar con comités científicos con datos contrastados y rigurosos para asesorar a los políticos, no somos los científicos quienes debemos tomar las decisiones, ya que existen muchos aspectos que, necesariamente, deben ser tenidos en cuenta a la hora de la toma de resoluciones políticas, incluyendo factores educativos, sociales o económicos. Todo es política, desde el pan que comemos al abrigo que compramos, la casa en que vivimos… hasta el aire que respiramos.
Pero el científico es un ciudadano más a la hora de decidir quién nos representa para tomar decisiones políticas. Es tan necesario conseguir que los científicos asesoren adecuadamente para que los políticos adopten decisiones acertadas como conseguir que la ciencia no se politice. Esto también nos hará mas libres.