«Weirds»

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

ALEXANDER BECHER | EFE

08 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Joseph Henrich es un profesor canadiense de biología evolutiva humana en la Universidad de Harvard. A él se debe el término weird, acrónimo de occidental, blanco, rico, industrializado, educado y democrático. Henrich divide el mundo en weirds y no weirds (el mundo árabe, los chinos, el África negra y los pueblos indígenas). 

Desde dicha distinción señala que el 96 % de los estudios psicológicos, neurolingüísticos y de neuroimagen están hechos con muestras de sujetos weirds (la mayoría, el 70 %, estadounidenses) de lo que deduce que los resultados están claramente sesgados por la peculiar forma de ver el mundo que tenemos en Occidente.

Lo cual supone el riesgo de que, si extrapolamos las conclusiones de los estudios a toda la población mundial, se da por hecho que las características de la naturaleza humana de un grupo en particular son extensivas a todo el mundo, lo cual es un error.

Henrich opina que el progreso industrial y científico y la calidad de vida lograda por los weirds procede de un milenio cristiano que, entre otras cosas, ha configurado una mente más individualista que colectiva, ha sustituido la vergüenza por la culpa como mecanismo de control social, tolera la transgresión y admite el perdón, no teme al extraño, confía en el Estado como administrador de justicia y considera iguales a hombres y mujeres.

En relación con el total de la humanidad, el raro es el Occidente liberal porque se fundamenta en un sistema de gobierno democrático difícil de exportar a mentalidades teocráticas fundamentalistas y totalitarias. Los totalitarismos nunca podrán vencerse con una mente liberal porque esta carece de anticuerpos para defenderse de ellos.

Los sucesos protagonizados en Francia y Austria estos días por sujetos de ideologías teocráticas totalitarias desvelan la carencia de un sistema inmunitario social de defensa capaz de enfrentarse a ellos.

No se atisba riesgo ni posibilidad de que Occidente recupere su pasado fundamentalista cristiano para combatir las ideologías totalitarias. Más bien, existe el riesgo de que la impotencia liberal alumbre otro tipo de totalitarismo para hacerles frente (como ya se está viendo en la proliferación de partidos de ambas extremas en Europa y EE.UU.) y el auge de los nacionalismos que no hacen más que acelerar nuestra desintegración.

El peso de la balanza geopolítica ha basculado en los últimos años hacia Oriente donde predominan los no weirds y la minoría weirds asiste, perpleja e impotente, a una decadencia que hace de sus ciudades, museos, de sus ideas, antigüedades conservadas en formol y de sus ciudadanos, objetivos de venganzas totalitarias.

Hoy más que nunca necesitamos unidad para defender nuestros valores o acabaremos siendo polvo en el viento de la historia.

Si el virus no lo remedia.