Estado de perpetua confusión

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Javier López | Efe

02 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos tenemos derecho a confundirnos. Desde los mandatarios al pueblo llano, de los científicos a los mecánicos, de los sabios a los legos. Lo que sucede es que las confusiones de unos son menos dañinas para el conjunto de la sociedad que las de los otros. Yo mismo me confundo a menudo, cómo no. Y todo por confiar en la memoria, que es devorador grifón, como el olvido. La pasada semana, por ejemplo, se me cruzó el Luis Mejía, rival del Tenorio, con el Álvaro Mesía de La Regenta (que tenía mucho de don Juan) e inventamos a un Álvaro Mejías más propio de un catálogo de rancheras o una escuadra futbolística que de una novela de Clarín. Quizá pocos percibieron mi error. Sin embargo, quiero yo creer que los errores políticos los percibimos todos. O no. Porque mientras yo considero que Fernando Simón, como director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, es manifiestamente mejorable, una parte importante de mis conciudadanos consideran lo contrario. Incluso más, mientras yo he escrito en numerosas ocasiones que no se están haciendo bien las cosas desde el Gobierno de España, las encuestas reflejan exactamente lo contrario: el PSOE sigue ganando como inquilino de la Moncloa. Quizá es la confusión en que vivimos la que me empuja a pensar diferente de lo que piensa, o eso parece, la mayoría. Hace pocos días se aprobó en el Congreso un estado de alarma de seis meses (¡seis!), y, mientras yo considero que este es de uno de los mayores disparates acontecidos en la historia democrática española, la sociedad parece anestesiada y acepta sin apenas fisuras. Casi doscientos diputados han renunciado a sus funciones durante seis meses (¡seis!) otorgando todo el poder al Ejecutivo. Y el presidente ni siquiera se quedó a oír a la oposición. ¿Qué sucedería si todo esto lo alentase un gobierno del PP?

La situación no alerta a mis colegas (el «mundo de la cultura» calla ominosamente). A mí, sí. Vivimos en estado de alarma pero también en el territorio de la permanente confusión. Ya todo da lo mismo. Seis meses que dos, el toque de queda que el quédate en casa. Lo mismo las vacunas que llegarían en diciembre, nos dijeron, que las vacunas que no llegan. Lo mismo el comité clínico que existe y el que no existe (Simón dijo, literalmente, que la lista era muy larga y que por eso no la daba a conocer). Yo he renunciado a comprender lo que sucede. Hasta me niego a argumentar en contra, para qué. He llegado a la conclusión (la confusión) de que todo es inútil. Y lo lamento. Primero porque siempre consideré que lo más inútil era la literatura, mi oficio. Obviamente, me equivoqué.