Interferón favorable

Francisco Martelo EN LÍNEA

OPINIÓN

DAVID W CERNY

09 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La actual pandemia ha convertido a nuestro complejo sistema inmunitario en tema de conversación entre tertulianos. Se han hecho populares las barreras defensivas formadas por la piel y mucosas, los glóbulos blancos que salen en manada desde un primer frente para comerse los virus y bacterias y posteriormente un cuerpo de oficiales de esa milicia, denominados linfocitos, especializados en reconocer bien al enemigo y que son capaces de dirigir la fabricación de balas hechas a medida, denominadas anticuerpos, para aniquilar al agresor.

Hasta aquí todo bien, pero el embrollo se organiza cuando se intenta explicar por qué si disponemos de ese ejército, unos pacientes (la mayoría) van bien y otros se mueren. Los contertulios enterados encuentran la justificación en la edad, la hipertensión, la obesidad, la diabetes, las cardiopatías, la bronquitis crónica y la marimorena. Pero no está claro. Hay ancianos que se curan y jóvenes que no vuelven a casa.

Hace más de sesenta años, un joven virólogo suizo Lindenman, bajo las órdenes del bacteriólogo escocés Alick Isaacas, descubrió en el Instituto Nacional de Investigación Médica de Londres, como tantas veces en medicina, de forma casual pero dentro del trabajo organizado en el laboratorio, que la inoculación en un cultivo celular de un virus previamente inactivado era capaz de inhibir el crecimiento de otro virus activo que habían añadido posteriormente. El agente causal era una proteína liberada por las células que, por interferir la reduplicación del virus patógeno, denominaron interferón.

Estudios posteriores, comprobaron que no se trataba de una sola proteína sino de un grupo de ellas capaces de ayudar a las células inmunes en la lucha contra las infecciones y de actuar en el reconocimiento de las células cancerígenas, por lo que se buscó su aplicación en diferentes enfermedades tras conseguir su fabricación a través de la ingeniería genética. A partir de ahí, pacientes con enfermedades tan diferentes como las hepatitis B, C y D, alguna leucemia, el cáncer de colon, el melanoma y una enfermedad degenerativa del sistema nervioso como la esclerosis múltiple se han beneficiado del tratamiento con interferón, pero sin alcanzar las expectativas previstas.

Si ha logrado llegar hasta aquí, atravesando el camino de la tediosa información previa, no le extrañará que el interferón haya sido usado, a menudo, como terapia complementaria en infecciones virales cuando no se dispone de un antiviral específico, circunstancia que ocurrió en el año 2003 con el SARS-CoV-1. Lo que sí puede sorprenderle, apreciado lector, es que estas últimas semanas haya aparecido un trabajo que aporta luces sobre lo que parece determinar si un paciente infectado sufre una infección silenciosa o se enfrenta a una covid 19 letal. En este último caso estaría presente una innata alteración cromosómica, poco frecuente, que gobernaría el comportamiento del interferón tipo I y que convertiría a los fibroblastos, células presentes en casi todo el organismo, en muy vulnerables ante el SARS-CoV-2 responsable de la actual pandemia,

Con lo que tenemos encima, si las cosas vienen mal, que el interferón nos sea favorable.